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Actualizado: 8 de mayo de 2025
Apenas se hubo sentado, el adjunto del fiscal se levantó: Permítame usted otra pregunta, señor presidente... Usted ha dicho, Karaulova, que su verdadero nombre es Pelagueia. Por consiguiente, se la bautizó con tal nombre. Así, pues, es usted cristiana, lo que consta, como es natural, en su pasaporte.
Pues bien, caballero, permítame usted asistir al ensayo de mañana. Ofrece aún tan poco atractivo, que sólo me atrevo a invitar a mis amigos. Razón de más para que yo insista, caballero. Y yo me considero muy honrado con que se digne usted hacerme tal petición. Me estrechó la mano y quedamos citados para el día siguiente.
¡Es verdad! por eso debíamos hablar con franqueza y hemos hablado: en mí hay dos amores: uno puro, desinteresado, noble, profundo: el que usted me inspira: mi amor antes de hija, ahora de hermana: el otro amor es un desdichado amor, sin esperanza: un amor que enluta mi alma y la desespera: si un día me sorprende usted llorando, no lo extrañe usted: yo cuidaré mucho que los extraños no vean el dolor en mi semblante; todo el mudo me creerá feliz, y lo seré, en efecto, al lado de usted; pero... permítame usted que llore alguna vez por mi amor perdido; por el amor del hombre que Dios no me ha querido conceder.
¡Permítame usted! le dijo él, tratando de abrirse paso. Pero el sitio que dejaba libre el envoltorio era demasiado estrecho, y no podía pasar. Por el otro lado impedían el paso el conductor y el comerciante grueso y rojo. Este último fingía no darse cuenta de que Krilov quería descender. ¡Pero déjeme usted pasar! exclamó Krilov con cólera . Conductor, ¿oye usted? ¡Reclamaré!
No diga usted eso dijo secamente la señora Aubry. Muy bien le iría con la pobreza á usted, que no se escasea ninguna dulzura, ningún refinamiento. Permítame, querida señora respondió la señora de Laroque; yo no aprecio en modo alguno los sacrificios estériles. El que yo me condenara á las privaciones más duras ¿á qué ó á quién aprovecharía?
Cuando el objeto que tiene que mirarse está muy alto, hay que pararse para levantar la cabeza. Permítame el lector que yo alce la frente procurando dominar con los ojos del alma la cúpula grandiosa de ese magnífico panteon, y luego le diré lo que mi pobre pensamiento ha podido ver y adivinar. Hoy terminaré con algunas curiosidades.
Mi querida niña le dije, comprendo mejor que nadie los pesares y las amarguras de su situación; pero permítame decirle que los aumenta mucho, nutriendo en su corazón los tristes sentimientos que acaba de expresarme. Todo eso es muy feo, no se lo oculto, y acabará por merecer todo el rigor de su destino; pero veamos, su imaginación exagera singularmente ese rigor.
Entonces me propuse poner en claro lo que hubiese en el asunto. Pero, señorita, me cuesta trabajo comprender que una joven como usted, sin inquietudes y sin cuidados, aplique su atención á asuntos tan dolorosos como el que usted evoca. Y en todo caso, si el hecho de haber sido amigo de Jacobo de Freneuse es comprometedor, permítame usted harcerla observar que yo también fui amigo suyo.
Y poniendo en este homenaje un respeto profundo que corregía su tono atrevido, la joven se inclinó delante de Liette conquistada y encantada. Puesto que está hecho el conocimiento por este lado, permítame usted que le presente a mi vez el capitán Raynal, señora baronesa dijo la empleada dirigiendo una amable sonrisa a la linda niña.
Sí... ¿Qué quiere usted que añada a mis solteronas? dije sonriendo tristemente. Un último capítulo respondió el cura con fingida alegría. Alguna cosa original. Ese capítulo respondí, está escrito... Me faltaba la solterona por decepción, y ya la tengo... Después, como cosa inédita... Permítame usted...
Palabra del Dia
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