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Bien sabido es que el famoso vino que allí se produce no es regalado ó vendido por su opulento propietario, el duque de Metternich, sino para el consumo de soberanos y príncipes, ó de esos reyes de los cofres que se llaman banqueros, capaces de pagar á 27 ó 30 francos la botella del delicioso licor.

«Dais fuego del vecino á la techumbre «Y el aquilon lo lleva á vuestro lado, «Y al resplandor de la siniestra lumbre «La reja cae del brazo mutilado. «En el límite estrecho que os separa «Nada está puro del licor humano. «Pueblos, formad una Santa-Alianza «Y presentaos la mano.

Habían empezado por emborracharle con un licor dulce que ahora le estaba dando náuseas, un licor que le había convertido el estómago en algo así como una perfumería... ¡puf! ¡qué asco!; después le habían hecho comer más de la cuenta y beber, últimamente, de todo.

Y desempeñando su papel, por seguir la broma, Laura ofreció más dulce a Vázquez... Luego le convidó con un licor de su cosecha... y dejó que admirara su habilidad esta vez verdadera en el arreglo de la casa... A su vez, Coca no olvidó un momento de hacerse la coquetuela, melindrosa y casquivana.

La senda por donde corríamos al oír la campana que nos llamaba a misa primera. El banco en el que nos explicaba los misterios de la Pasión y nos definía a Dios, enseñándonoslo en el grano de trigo encerrado en sus gérmenes. En el racimo de uvas chorreando licor. La vaca transformando en leche el jugo de las plantas. En la roca que se abre naturalmente para dar paso a las aguas.

LICOR DE MENTA. Póngase un kilo de azúcar fina en dos litros de anisado, dejándolo unos ocho días; después se agregan setenta gotas de menta y, como todos los licores, antes de embotellarlo se filtra.

Haciendo un esfuerzo para reunir sus ideas, comenzó Muñoz a referirle su pasión, pero evitando pronunciar el nombre de Adriana. Julio le escuchó al principio con su habitual modo distraído; alzaba la copa diminuta, mirando al trasluz el licor. Entonces Muñoz se interrumpía: ¿Me escuchas, eh? ¿Me escuchas? Y le renacía contra su compañero de otro tiempo la antigua hostilidad.

Acaso llegue la gloria para los artistas... pero después de muertos. Es una burla demasiado cruenta del Destino. ¡Copa de verde y ponzoñoso licor, donde la sirena del genio supo cantar para Verlaine! ¡Acaso en el fondo del vaso esté el dulce talismán que encanta la vida! Embriagaos de amor, de virtud o de vino.

Se continuó hablando del suceso; acabose antes que el tema la comida; retirose Nieves de la mesa; alzáronse los manteles; sirviose el café a los dos comensales que quedaban en ella; tomáronlo, bien interlineado con sorbos de excelente licor y chupadas a muy exquisitos habanos; y a medio consumir éstos aún, rogó don Alejandro Bermúdez a don Claudio Fuertes que pasara con él a su gabinete, porque tenía que hablarle en secreto de cosas de sumo interés.

Se confiaron su situación respectiva, se compadecieron y se amaron: aquella misma noche durmió Isidora en el estudio. El desgraciado artista y la mujer perdida hicieron el pacto de fundir sus miserias en una sola, y de ahogar sus penas en el dulce licor de una confianza enteramente conyugal. El amor les hizo llevadera la desgracia.