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Actualizado: 1 de julio de 2025


Naturalmente... seguro... esto es dijo el viejo frunciendo también el entrecejo. No hay nada de particular. Es mi casa; yo mismo he levantado todos sus maderos. No hay por qué temerla. Tal vez grite un poco, como hacen las mujeres, pero volverá a las buenas. El viejo fiaba, para sus adentros, en la exaltación del licor y en el poder de un valeroso ejemplo para sostenerse en semejante situación.

Fué tal la sorpresa de la mujer, que apartó sus labios del licor, mirando á Robledo con ojos desmesuradamente abiertos. Desde que le hablar dijo tuve el presentimiento de que usted me conocía. Maquinalmente dejó la copa sobre la mesa. Luego se arrepintió, apresurándose á beberla de golpe. Pero ¿quién es usted?... ¿Quién eres?... ¿quién eres?

Mas dixoles Apolo: otras dos fuentes Aun quedan Aganipe é Hipocrene, Ambas sabrosas, ambas excelentes. Cada qual de licor dulce y perene, Todas de calidad aumentativa Del alto ingenio que a gustarlas viene. Beben, y suben por el monte arriba, Por entre palmas, y entre cedros altos, Y entre arboles pacificos de oliva.

Levantóse luego uno de ellos y se colocó en medio, y tomando el cáliz se dispuso á consagrar el vino; aplicó al licor sus ardientes labios, rojos como los de una doncella, y su fragancia le cautivó el sentido; pero cuando libó la deliciosa copa, su dulzura y suavidad le sumergieron en un profundo arrobamientoLa de la catedral.

Apostaria la cabeza á que no fué este vino el que bebió el capitan Gerardo Lobo cuando escribia: Ahogo despues mis anhelos En ese licor divino A quien otros llaman vino, Porque vino de los cielos. Siempre que bebo ... no, esto no es beber; es atragantar. Siempre que atraganto una copa, tengo que parodiar por fuerza las últimas palabras de Bruto.

Tanto agradó al rey esta improvisacion, destello genuino del materialismo horaciano, que mandó traer dulces y colacion, copas y licor Sahbá, y que viniesen los músicos y cantores.

Estos colmados andaluces resumen el carácter de la región: son pequeños, pintorescos y complicados. Salí del colmado, fuí a un café de la calle Ancha, tomé unas copas de licor y me marché de allí dispuesto a todo. Era ya de noche; mis botas metían un ruido tremendo por las calles desiertas.

El aspirante la rompía de una pedrada, que lanzaba a tres varas de distancia, y el mérito estribaba en que no excediese de un litro la cantidad de licor que caía al suelo; en seguida el padrino servía a todos los asistentes, mancebos y damiselas; y antes de apurar la primera copa, pronunciaba un speach, aplicando al candidato el apodo con que, desde ese instante, quedaba inscripto en la cofradía de los legítimos chuchumecos.

El digno encajero no podía apartar de si el licor amarguísimo que un demonio invisible le ponía en los labios; ya suspiraba, ya se golpeaba la cabeza venerable, ya por fin elevaba los brazos y los ojos al cielo pidiendo a Dios que le librara de aquel fiero tormento. «Ni un momento más puedo vivir en esta incertidumbre, gritó. Sr. D. Salvador, venga usted al momento; necesito hablarle».

En esta vida tan sin emociones, el juego sacude los espíritus enervados, el licor enciende las imaginaciones adormecidas.

Palabra del Dia

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