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Un buen garrote esgrimido como maza, y descargado a tiempo sobre un transeúnte descuidado, o una pedrada en la cabeza, asestada a mansalva, son sus recursos favoritos, y éstos no son difíciles de usar. No obstante, a veces estudian también las víctimas, a fin de no dar el golpe sin provecho, pero no es condición indispensable: se confían al acaso.

En una ocasión, después de cobrar en juicio a un casero que debía tres años, recibió, al atravesar un bosque, tal pedrada, que llegó a su casa sin sentido, agarrado a la crin del caballo. ¡Y a un hombre así venía a pedirle cuartos un mequetrefe, aquel señorito bobo, de que nunca le había hablado más que con desprecio el Sr. D. Juan Nepomuceno!

Desde los tiempos de David, el pastorzuelo descalzo, matando de una pedrada al desaforado gigante vestido de bronce, la humanidad gustaba de estas historias. La pistola era un arma caprichosa, más dúctil que otras á las soluciones absurdas de la fatalidad. ¿No caería él, con toda su maestría, bajo el primer tiro del pobre teniente?...

Únicamente permanecían abiertas las tiendas donde se hacía tertulia, la de Graells, la de la Morana, y tal cual estanquillo. En el Camarote había mucha luz y gran animación. Pablito, en quien germinaban los rencores de su padre, le dijo a su amigo al pasar frente a la aborrecida tertulia: Piscis, tira una pedrada a esa puerta, y rómpeles los cristales.

Otras eran de cuchillo, de culatazo, de pedrada, de mordisco, recibidas en los encuentros nocturnos, en las sorpresas, donde los hombres luchaban lo mismo que en los albores de la vida del planeta. El príncipe Lubimoff no podía menos de admirar á este joven, pequeño, moreno, de aspecto insignificante.

Pero, sea lo que fuere; que para que la conozco no hace al caso su trasmutación; que yo la aderezaré en el primer lugar donde haya herrero, y de suerte que no le haga ventaja, ni aun le llegue, la que hizo y forjó el dios de las herrerías para el dios de las batallas; y, en este entretanto, la traeré como pudiere, que más vale algo que no nada; cuanto más, que bien será bastante para defenderme de alguna pedrada.

A continuación trotaban los toros bravos, las fieras destinadas a la muerte, marchando «bien arropadas», o lo que es lo mismo, rodeadas de toros mansos que evitaban se apartasen del camino, y de fuertes vaqueros que corrían honda en mano, prontos a saludar con una pedrada certera al par de cuernos que se separase del grupo.

Sublevábanse en las provincias tropas y paisanos; los tenderos se amotinaban en Madrid y daban una pedrada al alcalde; y cinco días antes, el 18 de junio, un populacho soez recorría las calles apedreando los cristales, y rompiendo los faroles de la iluminación con que celebraban muchos el aniversario del pontificado de Pío IX, mientras un gentío inmenso, de todos los colores y matices, aplaudía en los jardines del Retiro El Príncipe Lila, grotesca sátira en que designaban al monarca reinante con el nombre de Macarroni I. Varios gomosos del Veloz-Club, de los cuales era uno Paco Vélez, habían pagado a tres saboyanitos para que, escondidos en un palco proscenio del teatro a que asistía don Amadeo, interrumpiesen de repente la función, cantando al son de sus violines y arpas el conocido estribillo: Cicirinella tenía un gallo E tutta la notte montava a caballo, Montava la notte bella ¡Viva il gallo de Cicirinella!

Y de la desembocadura de un callejón sin adoquinar salió una pedrada certera, que dejó trémulo al monigote del centro, llevándosele medio tupé. Aplausos y carcajadas, y a los pocos minutos servían de blanco todos los bebés de la orquesta. Había que comenzar en, seguida.

Los mausers no los tienen los alborotadores. ¡Que salgan, que salgan y sabrán lo que es bueno! Por eso yo, cuando hay huelga en el oficio, la sigo por no hacerme de señalar, pero me voy a casa. ¡Pues menudo gusto el tirar a la gente, sin miedo a otra respuesta que alguna pedrada, y escogiendo el blanco a placer, como si las personas fuesen patos!...