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Actualizado: 21 de junio de 2025
Baja al portal, que un pillo ha tirado una pedrada al farol, y lo ha roto. ¡Pero, don Manuel, si no son más que las dos! ¿Se quiere usted llevar ya a las niñas, y aun no hemos roto la piñata? Aquella noche estaba rejuvenecido el buen señor. Gozaba por todos los jóvenes, como los místicos gozan en una comunión general.
Pues, como íbamos diciendo, a esta espléndida ciudad de Jerusalén llegó nuestro bermejino prehistórico, acompañado de su guía, pero más confiado en su fiero garrote y en la primorosa honda que le había regalado Echeloría, y con la cual, según suele decirse, no se le cocía el pan hasta que vengase a su primer amor, descalabrando al raptor injusto de una violenta y certera pedrada.
Unas se agachaban resguardándose tras el barandal de fábrica cuando venía la pedrada; otras asomaban la cabeza un momento y la volvían a esconder. Los proyectiles menudeaban, y con ellos las voces de aquella endemoniada mujer. Parecía una amazona.
Y él en vez de apresarle, lo había espantado para siempre con un acto villano, con una despedida cruel, cuyo recuerdo le avergonzaba. Coronado del azahar de los huertos, el amor había pasado ante él, cantando el himno de la juventud loca, sin escrúpulos ni ambiciones, invitándole a ir tras sus pasos, y él le había contestado con una pedrada en las espaldas. Ya no volvería a pasar, lo presentía.
Aunque endeble y humilde al parecer, no bien hubo pasado Roger sin depositar en el grasiento sombrero la moneda que le pedía, oyó el grito de rabia del miserable y una blasfemia atroz, seguida de una pedrada que si hubiera acertado á nuestro héroe en la cabeza habría puesto probablemente fin á sus aventuras.
Otras lucecitas surgieron de diversos lados del muelle, seguidas de estampidos. Fué un tiroteo de combate; á sus espaldas tiraron igualmente. Sintió varios silbidos junto á sus orejas y recibió un golpe en un hombro, una sensación igual á la de una pedrada caliente. Iban á matarle: sus enemigos eran demasiado numerosos.
El Hombre-Montaña levantó una mano y, antes de que los aviadores lograsen enviar de nuevo su lazo metálico, asestó á la máquina una pedrada certera. El ave mecánica se desplomó herida, flotando algunos momentos sobre la copa azul del puerto, mientras las matronas reservistas se salvaban á nado.
De pronto se agachó, buscando piedras en la obscuridad para arrojarlas contra Febrer, y a cada pedrada retrocedía algunos pasos, como para defenderse de una nueva agresión. Los guijarros, despedidos por sus brazos débiles, fueron a perderse en la sombra o rebotaron contra el porche.
»En lo que toca el poner anotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis hacer desta manera: si nombráis algún gigante en vuestro libro, hacelde que sea el gigante Golías, y con sólo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación, pues podéis poner: El gigante Golías, o Goliat, fue un filisteo a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle de Terebinto, según se cuenta en el Libro de los Reyes, en el capítulo que vos halláredes que se escribe.
Tendía ya la mano para asir la brida de uno de ellos, cuando recibió en la cabeza fuerte pedrada que lo derribó aturdido.
Palabra del Dia
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