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El general Patiño, fatigado de enviar mortíferos proyectiles a la esposa de Calderón sin que la plaza se diese siquiera por enterada, había levantado el cerco para sitiar a la marquesa de Ujo, que a las primeras granadas había capitulado abriendo las puertas al enemigo.

El bombardeo de París acabó de desorientarle en sus apreciaciones de estratega. «¡Mentira!», dijo trente al tablón de los telegramas, al leer que los primeros proyectiles habían caído sobre París. No era posible: lo afirmaba él, que estaba bien enterado del alcance de la artillería moderna.

Baroja en nuestra tierra, donde poco o nada importante se inventa desde hace tiempo, pero donde no faltan propósitos y conatos de inventar máquinas que vuelen con dirección, barcos submarinos, proyectiles apestosos que basten a ahogar ejércitos enteros con sus mefíticos miasmas, y cuadratura del círculo, y movimiento continuo, y otra infinidad de primores.

El cañón de 75 se había acreditado como una joya única. Sólo sus disparos eran certeros. La artillería enemiga le inspiraba lástima, pues si alguna vez daba en el blanco casualmente, sus proyectiles no llegaban á estallar... Además, las tropas francesas habían entrado victoriosas en Alsacia: ya eran suyas varias poblaciones.

Muchos de los que le hablaron habían asistido á la tertulia de Momaren y se mostraban congestionados aún por la indignación al recordar los proyectiles del gigante, algunas de cuyas salpicaduras habían llegado á ellos ó á personas de sus familias. El Padre de los Maestros estaba en cama después de este suceso, aunque sin enfermedad conocida.

Maltrana había admirado muchas veces a su amigo cuando le mostraba el cuerpo con el impudor de un bravo: dos postas en la cabeza, incrustadas en los huesos del cráneo; un balazo en un hombro y otro en una pierna, proyectiles redondos que le había extraído una curandera de la vecindad con dolorosos procedimientos, y el resto del cuerpo hecho una criba por los perdigonazos, a los que apenas daba importancia, considerándolos accidentes vulgares.

Cuando concluyó, todos empujaron los cartones hacia adelante. Paco comenzó á tirar granos de maíz á las señoras, que se alborotaron como gallinas en el corral, y muertas de risa dispararon iguales proyectiles contra el agresor, quien, haciendo muecas y contorsiones cómicas, fué á refugiarse en un rincón de la estancia.

Saltaron rotos los vidrios de las ventanas, y poco después empezaron á salir por ellas, como proyectiles, los muebles, las ropas y toda clase de objetos. En vano algunos, más prudentes y serenos, protestaban del absurdo destrozo. ¡Pero si eso no es de ella!... ¡Si todo pertenecía á don Enrique el italiano!

Las mujeres, vestidas de negro, van por los caminos titubeando á través de los escombros y de los embudos abiertos por los proyectiles monstruosos. Perdieron sus hijos, vieron fusilar sus maridos; ahora exploran el suelo en busca de su casa que fué... Pero el invierno de la guerra ha terminado; ya llega la primavera de la paz.

Bien, señora, dijo el barón; esa es sin duda la respuesta que en iguales circunstancias me hubiera dado mi inolvidable esposa, para quien son mis últimos pensamientos. ¿Qué es esto, señor barón? exclamó en aquel momento Roger con fuerte voz, desde el lado opuesto de la terraza. ¿Esto? ¡Por San Jorge! dijo el barón acudiendo presuroso, un montón de proyectiles para bombardas.