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Pero al volver los ojos á tu patria Era tu pecho de esperanza un mar, Que al través de la niebla de los siglos El porvenir quería iluminar, Mirándola ceñida con la oliva Brindar al mundo el néctar de la paz, Derramando el bautismo de la ciencia Y alzando las virtudes del hogar, Ensalzando del hombre los derechos, Y tributando culto á la verdad.

33 De la misma forma hizo a la puerta del templo postes de madera de oliva cuadrados. 35 Y entalló en ellas querubines y palmas y botones de flores, y las cubrió de oro ajustado a las entalladuras. 36 Y labró el atrio interior de tres órdenes de piedras labradas, y de un órden de vigas de cedro. 37 En el cuarto año, en el mes de Zif, se pusieron los cimientos de la Casa del SE

Mientras el padre bebía los vientos por fijar la rueda de la fortuna en la sala de juego de la Oliva, las niñas se multiplicaban, verdaderas buhoneras de mismas, siempre con la mercancía de su hermosura a cuestas por plazas, iglesias, paseos, bailes y teatro. Pero llegó un luto, y aquí fue ella.

El Escuadron de Maza Sin casco ni coraza Se avanza con valor, Y su entusiasmo brilla Como en verde cuchilla Los reflejos del sol. Y con marcial fiereza Se mira á su cabeza Zacarias marchar: Alma grande y altiva Que renunció la oliva Del pacífico hogar. Y voló á la batalla, Y la acerada malla Y el plomo despreció, Y al frente de sus bravos De Rosas los esclavos Valiente acuchilló.

La escena inmediata nos ofrece á Alfonso y á Raquel, que se divierten pescando en el Tajo. Conciertan que los pescados que saque el Rey sean para Raquel, y los de ella para el Rey. Alfonso pesca la cabeza de un niño muerto, y Raquel una rama de oliva, por cuyo hallazgo retornan al palacio llenos de sombríos presentimientos.

Diligencias que habréis hecho vos solo, sin intervención de otra persona alguna. , señor. Leed. «Yo, Agustín de Avila...» Adelante. «...llamado por su señoría el señor conde de la Oliva...» Adelante, adelante. «...encontré á su señoría herido malamente...» Al asunto.

Por debajo de la torre se va, sin poder hablar del asombro, a lo jardines llenos de fuentes, y rodeados de palacios, y el más grande de todos al fondo, donde caben las muestras de cuanto se trabaja en la humanidad, con la puerta de hierro bordado y lleno de guirnaldas, como se labraba antes el oro de los ricos; y sobre el portón, imitando la bóveda del cielo, la cúpula de porcelanas relucientes; y en la corona, abriendo las alas como para volar, una mujer que lleva en la mano una rama de oliva: a la entrada del pórtico está, con una mano en la cabeza de un león, la Libertad, en bronce.

El arabesco tocaba con la alegoría y el dibujo natural fantástico por un lado, y por el otro con el arte de Iturzaeta. En cosas así pensaba Reyes una tarde, cerca del crepúsculo, en el cuarto no muy lujoso ni ancho que Serafina Gorgheggi ocupaba en la fonda dependiente del café de la Oliva, piso tercero de la casa.

Son las águilas blancas que decoran sus picos con el ramo de oliva, las libérrimas águilas que con un aletazo desafían al trueno, pero que al presentir el deshielo constante de las nieves del Norte, abandonan los Andes por el nido que España les conserva caliente en la cumbre soberbia del natal Pirineo. Ha caido Cartago.

Iba a abrirse el antiguo coliseo con la Compañía de ópera remendada, y las de Oliva no podrían ir los jueves y domingos a lucir sus gracias, enhiestas en sus sillones con almohadón, a la orilla del antepecho de su palco, como grullas tiesas y melancólicas a la margen del mar. El pariente difunto era un tío segundo; pero era marqués.