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Tiene un jarrón de China, que hubo quién sabe en qué lances, y ya lo trajo, para que adorne la fiesta; pero quiere que esté donde lo vea la niña Ana. ¡Ahora que ha empezado la temporada en la finca! Andar, bien, andar, Ana no puede; pero Petrona la acompaña mucho y Sol, siempre que van Juan y Lucía a pasear por la hacienda, porque entonces ¡qué casualidad! entonces siempre necesita Ana de Sol.

Y entró cuando Ana se volvía un poco para ocultar a su amigo la confusión que él hubiera leído en el rostro de ella, a no haber tenido que atender a doña Petronila que gritaba: Vamos, listo, listo... que le esperan... que creo que ha empezado la misa.... El Magistral desapareció por la puerta de la alcoba, por donde había entrado el ama de la casa.

Pasó la noche inquieto por esta novedad, despertándose con frecuencia, y apenas hubo empezado á apuntar el alba salió de la Galería, encontrándose con que el profesor Flimnap le aguardaba ya acompañado por dos individuos más del Comité de recibimiento del Hombre-Montaña.

¡Sorbetes por la mañana! dijo un mozo con voz brutal y gesto de burla. ¡Que si quieres! ¡Bravo! dije para . ¿No presumía yo que el día había empezado bien? Pues traiga usted dos vasos pequeños de limón... ¡Vaya, hombre! anímese usted; tómelos usted grandes nos dijo entonces el mozo con singular franqueza, si tiene usted cara de sed.

Había empezado su movimiento en el mar del Norte y lo continuaba a través de medio planeta, indiferente al cansancio, lo mismo de día que de noche, a la hora en que los hombres viven, a la hora en que los hombres sueñan, bajo el sol y bajo las estrellas, como si el tiempo y la distancia careciesen de realidad ante su vigor sobrehumano.

Habéis hecho bien, porque la función se ha empezado; la loa está casi á la mitad, y han empezado á correr por el patio unas noticias que tienen disgustado al público. Seguían á la sazón por un corredor estrecho alumbrado por candilejas, á cuyos dos costados había puertas. ¿Y qué noticias eran esas? dijo la Dorotea avanzando por el corredor delante de Juan Montiño.

A eso iba, ¡eh! eso iba a contestarle: es que usted ha conocido al general en su mala época; desde que ha empezado a estudiar ha empezado a degenerar, ha perdido el brillo de su palabra y la espontaneidad de su espíritu y se ha envejecido. ¿Es posible? ¿Qué es lo que me dice usted, doctor? interrumpió mi tía llena de sobresalto.

Santa Cruz estaba algo aturdido. Oyose la voz de Barbarita, que entraba con su nuera. «Salí de estampía... siguió Villalonga a anunciar a los amigos que había empezado la votación... A los pies de usted, Barbarita... Yo bien, ¿y usted? Aquí estaba contando... Pues decía que eché a correr...». Hacia la calle de la Greda.

Dicho escritor me pide un prólogo para la historia que piensa publicar, y me despido del asunto hasta entonces. Me han contado hoy cierta aventura muy notable de una mujer de Batiñoles. Esta mujer, que es una verdulera, supo que se habia abierto una suscricion á favor del célebre poeta de Lamartine, con el fin de que pudiera rescatar un castillo feudal, que tenia empezado.

Cuando había empezado esta conversación tratando de las golondrinas, Paca había dicho a Anís, que sentado en el suelo entre sus hermanas con las piernas cruzadas parecía el Gran Turco en miniatura. Anís, ¿sabes lo que dicen las golondrinas? Yo no; no me jan jablao.