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Sonaban los golpes del acero y el ¡haup! ¡haup! de los acompañantes con una regularidad mecánica, interrumpidos algunas veces por el ¡brrr! de los barrenadores, que al respirar jadeantes, parecían escupir su cólera sobre la piedra enemiga.

Era el Chivo el que hablaba, después de escupir por la comisura de los labios, con la gravedad solemne de un valentón parco en palabras. La Marquesita protestó. ¿Y nosotras qué somos, mamarracho? ; eso es: ¿qué somos nosotras? añadieron como un eco las dos de Moñotieso.

Generalmente, una alegría estúpida reinaba en la tertulia, lo que no era óbice para que a veces también ocurrieran en ella cosas lamentables. Hacía dos años, mientras una joven y bella bohemia cantaba, un estudiante se pegó un tiro; se fue a un rincón, se inclinó como para escupir y se disparó el revólver en la boca, que olía aún a vino.

Indudablemente dejar la modestia a un lado y obligar a sentir a aquellos bellacos el peso de sus conocimientos en la esgrima. La primera señal que dió de su indignación y del soberano desprecio que sus enemigos le inspiraban, fué el escupir al suelo, con ruido, cuando alguno de éstos cruzaba a su lado, como indicando que le daba asco.

798 "Si ensartaba algún asao ¡pobre! ¡Como si lo viese!, Poco antes de que estuviese primero lo maldecía, luego después lo escupía para que naides comiese." 799 "Quien le quitó esa costumbre de escupir el asador fue un mulato resertor que andaba de amigo suyo: un diablo muy peliador que le llamaban Barullo."

Almorzamos un bocado, y el viejo tomó sus alforjas y, porque no viésemos lo que sacaba y no partir con nadie, desatólas a oscuras debajo del gabán, y agarrando un yesón echósele en la boca y fuele a hincar una muela y medio diente que tenía, y por poco los perdiera. Comenzó a escupir y hacer gestos de asco y de dolor; llegamos todos a él, y el cura el primero, diciéndole que qué tenía.

Tratamos, señores, de formar una lista de diputados. Nada más prudente que confiar su elaboración a las corrientes encontradas del pueblo continuaba el doctor Trevexo sin escupir. «El Estado soy yodecía Luis XIV. La forma democrática se inspira en el derecho natural.

Agregad á la gracia del vestido cierto aire de satisfaccion vanidosa, un acento ruidoso, muy marcado y de guapeton, el sombrero inclinado sobre una ceja, el cigarrillo en la boca, haciendo escupir por el colmillo, la gran navaja corva de cabo agudo y resortas, llena de labrados y adornos, medio asomando por un bolsillo ó por debajo de la banda, y el garrote en la mano, pendiente del puño con una manija de seda ó cuerda, y dando vueltas á veces en molinete, cuando no sirviendo de puntal, y tendreis la figura completa del majo sevillano.

Al fin del auer costumbre de escupir en la cara al que le toma el mal de gota coral por remedio. Quienes tengan esta virtud ó no, aueriguenlo los ordinarios, porque muchos de los que se dizen ser saludadores, son embaydores y gente perdida».

Todos los movimientos del compadrito revelan al majo: el movimiento de los hombros, los ademanes, la colocación del sombrero, hasta la manera de escupir por entre los colmillos, todo es un andaluz genuino. Del centro de estas costumbres y gustos generales se levantan especialidades notables, que un día embellecerán y darán un tinte original al drama y al romance nacional.