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Actualizado: 10 de mayo de 2025
El clima de Cuba y Filipinas le había dejado en los huesos, y como era todo él una pura mojama, relumbraban en su cara las miradas de tal modo que parecía que se iba a comer a la gente. A un guasón se le ocurrió llamarle Ramsés II, y cayó tan en gracia el mote, que Ramsés II se quedó.
Después llamó la atención de D. Evaristo la facha de un hombre que iba por entre las mesas, el cual sujeto más bien parecía momia animada por arte de brujería. «Yo conozco esta cara se dijo Feijoo . ¡Ah! ya; es el que llamábamos Ramsés II, el pobre Villaamil que sólo necesitaba dos meses para jubilarse». Acercose tímidamente este desgraciado a Villalonga, que ya estaba levantado para marcharse; y en actitud cohibida, echando los ojos fuera del casco, le habló de algo que debía ser los maldecidos dos meses.
Feijoo se arrimaba a él y le daba conversación, por lástima, animándole y procurando distraerle de su tema; pero Ramsés II, cuyo verdadero nombre era Villaamil, no tenía más consuelo que aplicar su oreja seca y amarilla a la conversación, por si escuchaba algo de crisis o de trifulca próxima que diese patas arriba con todo. Lo que él quería era que se armase gorda, pero muy gorda, a ver si...
Saldrá el hombre que hace falta, un tío con un garrote muy grande y con cada riñón... así. Ramsés II bajaba la cabeza. D. Basilio era su único amigo, porque también allí ponía el paño al púlpito para anunciar la venida del Príncipe... «Por supuesto añadía , tiene que venir con la estaca de que habla el amigo Juan Pablo».
Mire usted que no me deja vivir... Todos los días viene tres veces. La noche que me dieron el Viático, en el momento aquel, miré para este lado y lo primero que vi fue a Ramsés II, con una vela en la mano. ¡Cómo me miraba el infeliz!... Creo que no me morí de tanto como rezó Villaamil, pidiendo a Dios que viviera. Podrá ser... No le olvidaré. Abur, abur.
Jacinto alzaba los hombros, respondiéndole con benevolencia quejumbrosa. Parecía decirle: «¡Yo, qué más quisiera...! He hecho todo lo posible... Veremos... he dado una nota... Crea usted que por mí no queda... Si, ya sé, dos meses nada más...». Un instante después Ramsés II pasó junto a D. Evaristo, deslizándose por entre las mesas y sillas como sombra impalpable.
Villalonga se despidió reiterando sus buenos deseos respecto a Nicolás Rubín. «¡Eh, Jacinto, por Dios, una palabra! dijo D. Evaristo llamándole cuando ya estaba en la puerta . Por Dios y todos los santos, no me olvide usted a ese desdichado... al pobre Villaamil, a ese que llaman Ramsés II». Está recomendado en una nota de indispensables. Conque más no puedo hacer.
«¿Pero a usted quién le recomienda?» le preguntó una noche Juan Pablo. A mí D. Claudio Moyano. Pues entonces ya está usted fresco. Dicen que traen al Príncipe... indicó Ramsés II con timidez. Sí; lo traerán los rusos... por las ventas de Alcorcón. Aviado está usted si espera a que venga el Príncipe... Aquí lo que viene es la liquidación social... y después, sabe Dios.
Era Ramsés II, que venía en busca suya. «Señor D. Evaristo, por Dios, hable usted de mí al señor de Villalonga» le dijo la momia, interponiéndose como si no quisiera darle paso sino a cambio de una promesa. Se hará, compañero, se hará; hablaremos a Villalonga dijo D. Evaristo embozándose ; pero ahora estoy de prisa... no puedo detenerme... Hijo, vamos.
Palabra del Dia
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