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Anoche te lo iba a decir y se me olvidó... Ya lo sabes... que ayer tarde estuvo aquí otra vez y le dieron chocolate con mojicón. Me lo contó mi hermano Juan, que pasaba por la calle cuando él salía, y hablaron». Fortunata estaba pasmada de aquel exabrupto, y más aún del tono. Por las mañanas, solía estar Maximiliano algo regañón y displicente; pero nunca como aquel día.

Entre tanto, la madre Misericordia, que se había quedado abstraída é inmóvil en medio del locutorio, se dirigió de repente á la salida en un exabrupto nervioso, y dijo, saliendo á un espacio cuadrado donde estaba el torno, á una monja que dormitaba junto á él: Sor Ignacia, que vayan á buscar al momento á mi confesor. DE LOS CONOCIMIENTOS QUE HIZO JUAN MONTI

De pronto estalló la cólera de Ulises... El oficial holandés, el sabio naturalista, el cantante que se pegó un tiro, y ahora el falsificador de antigüedades... Pero ¿cuántos hombres había en su existencia? ¿Cuántos quedaban aún por llegar?... ¿Por qué no los soltaba todos de una vez?... Freya quedó sorprendida por la violencia del exabrupto. Le daba miedo la cólera del marino.

El caballero, poseído de viva indignación ante aquel grosero exabrupto le miró de los pies a la cabeza en silencio y al cabo dijo dando a su voz una increíble inflexión de desprecio: ¿Y usted quién es?

¡Quita allá, majadero! exclamó Elena furiosa arrancándole el niño . ¡Vaya un modo gracioso que tienes de saludar a tu hijo! ¡No hacía falta ya sino que le leyeses la Oda de los gusanos de esta tarde! Los demás mostraron también en su rostro el mal efecto que les causaba aquel exabrupto.

Núñez quedó suspenso y acortado ante aquel exabrupto, pero reponiéndose instantáneamente replicó: Porque eso, señorita, sería una insolencia. ¿Y el burlarse de los que están ausentes qué es? replicó Clara. Lo que usted quiera. Me entrego a las severas pero bellas manos de usted y sólo le pido que no me haga demasiado daño dijo Núñez con galantería un poco irónica.

Traduciendo la famosa catilinaria de Cicerón que comienza con aquel exabrupto: Quousque tandem abutere, Catilina, patientiâ nostrâ, nadie consiguió darle gusto: todos los hallaba tímidos, encogidos, cobardes, al pronunciar los vehementes ataques del Senador romano: «Hijos, para comprender bien lo que sería este modelo de exabruptos en boca del príncipe de los oradores, es preciso figurarse la indignación y la cólera que se apoderaría de él al ver entrar por las puertas del Senado a su más encarnizado enemigo, al procaz y libertino Catilina; es preciso verle dar un salto en la silla, levantarse descompuesto, el rostro pálido, los cabellos en desorden, la mirada fulgurante.

¿Qué habrá encontrado mi tío Francisco en la carta de mi tío Pedro que así se ablanda de repente, y así me trata? dijo el joven, que había comprendido lo bastante el carácter de su tío para extrañar aquel brillante exabrupto ; por darme de comer, mi tío me hubiera enviado un pote cualquiera, en un plato de Alcorcón; ¡pero esta vajilla! ¡estas velas de cera perfumada!... ¡estos candeleros de plata!... Vamos, mi tío tiene sin duda sus razones para adularme, y me adula á costa del duque de Lerma. ¿En qué vendrá á parar tanto misterio?

Andrés, repuesto de la sorpresa, se puso en pie vivamente, y con palabra y actitud enérgicas se dirigió al aldeano: Lo primero que usted va a hacer es hablar como se debe, ¿lo oye usted? El paisano quedó sorprendido a su vez de este exabrupto, se puso más pálido y, mirándole con extraña fijeza, balbució humildemente: Yo... hablo... como debo. No habla usted tal.

Cacochipi fué a dar en un punto que preocupaba a la familia, pues la muchacha tenía amores, a disgusto de los padres, con un primo. El señor Arizmendi le dijo que no hiciera más preguntas impertinentes, que ya sabía que era medio bobo, pero que aprendiese a reportarse. Joshé, muy extrañado con tal exabrupto, fué al cuarto del chico, donde dió su primera lección de solfeo.