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Actualizado: 14 de junio de 2025
Se encerró en su casa y empezó a pensar en la Celedonia, la segunda hija de Arizmendi y en la voz suave y la eloquendi suavitatem con que le saludaba por las mañanas cuando le decía: Buenos días, Joshé. Cacochipi se convenció de que, como le había dicho Arizmendi, era un estúpido y de que además estaba enamorado.
Cacochipi fué a dar en un punto que preocupaba a la familia, pues la muchacha tenía amores, a disgusto de los padres, con un primo. El señor Arizmendi le dijo que no hiciera más preguntas impertinentes, que ya sabía que era medio bobo, pero que aprendiese a reportarse. Joshé, muy extrañado con tal exabrupto, fué al cuarto del chico, donde dió su primera lección de solfeo.
Como el tal Cacochipi constituía un misterio, Martín preguntó a Dantchari, el Estudiante, si por ser tolosano sabía la historia de su conterráneo y amigo, y el exseminarista dijo: Si no le decís nada, os contaré la historia de Joshé, pero habéis de prometerme no burlaros de él. No nos burlaremos de él ni le diremos nada.
Martín y Bautista le preguntaron varias veces qué le pasaba para estar tan triste, si es que le dolían las muelas, si tenía las digestiones lentas, disgustos de familia o algún desorden en la vejiga; a todas estas preguntas contestaba Cacochipi, alias Cracasch, diciendo que no le pasaba nada, pero suspiraba como si le ocurrieran todas esas calamidades al mismo tiempo.
Hará un año próximamente que un indiano rico llamado Arizmendi, y que dicen que ha sido pirata... yo no lo sé, relata refero, llegó al pueblo. Como digo, este señor le preguntó al párroco: ¿Qué profesor de música le podría yo poner a mi chico? El mejor, José Cacochipi contestó el cura. Le hablaron a Cracasch y éste se encogió de hombros y dijo que bueno.
Pero ¿por qué? preguntó José. ¿Y lo pregunta usted todavía, majadero? Cuando no se sabe portarse como una persona, no se debe alternar con los demás. Yo creía que era usted un estúpido, pero no tanto. Cacochipi, por primera vez en su vida, se sintió ofendido.
Este muchacho se llamaba José Cacochipi y algunos, a sus espaldas, le decían José Cracasch o sea en castellano José Manchas.
A Cacochipi, que estuvo varias veces invitado a comer con la familia de Arizmendi, le chocaba la tristeza del padre y de la madre y de las hermanas y quiso alegrarles un poco; porque, como dice el profano: Omissis curis, jucunde vivendum esse; lo cual quiere decir que se debe vivir alegremente y sin cuidados.
El día de Carnaval, Joshé Cracasch tuvo una idea de las suyas y fué convencer a su discípulo para que sacara los trajes de su madre y de una hermana. Se disfrazarían los dos y darían a la familia Arizmendi una broma graciosísima. Ahora sí que se van a reir decía Cacochipi en su interior.
Cacochipi quedó como embobado; necesitaba respirar, tomar aire y salió de Tolosa y tomó el camino de Anoeta y pasó Anoeta y luego Irura y cruzó Villabona y fué andando, andando, hasta que se topó con la partida del Cura, que iba a conquistar, viribus et armís, la gloria.
Palabra del Dia
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