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Por toda respuesta, el Tuerto de Castrodorna hizo asomar al borde de su faja el extremo de una navaja de cachas amarillas, que volvió a ocultar al punto. El arcipreste, que había perdido los bríos con la obesidad y los años, sobresaltóse mucho. Déjese de calaveradas, mi amigo. Por si acaso, me parece oportuno salir por la puerta de atrás. ¿Eh?

No había ganado nada a su servicio, ni rentas del Estado, ni libreta en la Caja de ahorros, y no quería nada para . Tenía diez años más que la señora Chermidy, y esto, así como su obesidad enfermiza, le daba la seguridad de morir antes que ella y, desde luego, en su casa; no se despide a un servidor que pueda llevarse nuestros secretos.

Poseía asimismo una imaginación fecunda y audaz para toda clase de farsas divertidas y talento especial para imitar la voz, el gesto y el modo de andar de cualquier persona. Corría y brincaba con agilidad pasmosa, a pesar de su obesidad bien pronunciada.

Sus mejillas tenían el mismo tono azulado que la de los hombres que se rasuran diariamente. La madre, algo cuadrada á causa de la obesidad propia de los años, prescindía de esta precaución, y por debajo de la corona de flores que circundaba sus tocas dejaba asomar una barba abundante y dura.

Abrióse una portezuela del mostrador y entró en la tienda la esposa de don Antonio, una mujer voluminosa, con la obesidad blanducha y el cutis lustroso que produce una vida de encierro e inercia y que le ciaban cierto aire monjil. La bondad extremada hasta la estupidez retratábase en su eterna sonrisa y en la mirada de sus ojos claruchos.

Lea la sigue más alegremente; es una muchachita de diez y ocho años, morena, como su madre; anuncia predisposición para la obesidad. Por ahora no es más que rechoncha, pequeñita, de buenas carnes y con unas pantorrillas que los señores se vuelven a contemplar cuando va por la calle. Lea se parece desagradablemente a su madre.

Vió Edwin á su amiga, á través del nítido redondel, considerablemente agrandada. A pesar de su obesidad era relativamente joven, sin una arruga en el plácido rostro ni una cana en la corta melena.

Y señaló á tres hombres de mar confundidos en la corriente de uniformes diversos y tipos de distintas razas que pasaba rozando las mesas del café. Los había reconocido por sus gorras de seda con visera, sus chaquetas azules y su obesidad grave de marineros mediterráneos que han conseguido cierto bienestar. Debían ser patrones de barca.

Sus formas corporales son semejantes á las de los Chiquitos; sin embargo el talle de los hombres parece mas desvahido, y aunque tienen los miembros bien fornidos, y sin músculos visibles, el pecho saliente, las espaldas anchas, y todo su cuerpo en estremo robusto, no son propensos á la obesidad.

Un sirio, erguido sobre un rollo de cables, tañía una triple flauta fabricada con cañas, y al son del gangueo bucólico movíanse sus compatriotas. Eran hombres morenos, de luengos bigotes: corpulentos unos, hinchados de grasa, con la obesidad amarillenta y blanducha de los orientales; enjutos otros, angulosos, alargados y sueltos de miembros, lo mismo que los caballos de carrera.