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Actualizado: 30 de abril de 2025
Se pasan apuros; pero vamos viviendo. Un día andamos mal y al otro llueven provisiones. Cuando veo la despensa vacía, me echo a la calle, como dicen los revolucionarios, y por la noche ya llevo a casa la libreta para tantas bocas. Y hay días en que no les falta su extraordinario, ¿qué creían ustedes? Hoy les he dado un arroz con leche, que no lo comen mejor los que me oyen.
Pues apunta la fecha para no olvidarla... Ramón sacó una libreta y un lápiz del bolsillo, y apuntó la fecha... Lita le dijo, dando un suspiro de satisfacción: Gracias. Y añadió: ¿El cinco de julio? ¿Eh? ¡El cinco de Julio!
Doña Manuela echaba mano á la libreta para recordar los semestres que Pimentó llevaba atrasados.... «Venía á pagar, ¿eh?...» Y el socarrón, al oir la pregunta de la señora de Pajares, siempre contestaba lo mismo: «No, señora; no podía pagar porque estaba sin un cuarto. Sabía que con esto se acreditaba de pillo.
Eso es... Otro caso más raro: tiene mucha afición al dibujo y a la pintura, y sus avíos correspondientes para lo uno y para lo otro... A lo mejor le ven ustedes encaramado en el Miradorio, o acurrucado en la vega, o delante de un paredón viejo, con el pincel en una mano, su cajita de colores en la otra, un pomito con agua a un lado y su libreta sobre las rodillas, pinta que pinta.
No había ganado nada a su servicio, ni rentas del Estado, ni libreta en la Caja de ahorros, y no quería nada para sí. Tenía diez años más que la señora Chermidy, y esto, así como su obesidad enfermiza, le daba la seguridad de morir antes que ella y, desde luego, en su casa; no se despide a un servidor que pueda llevarse nuestros secretos.
Tirso, entonces, permaneció un momento en pie; tomó una libreta, marcó sobre ella ligeramente con el cuchillo una cruz antes de partirla y, al dejar los pedazos sobre el mantel, extendió las manos, murmurando con los ojos medio cerrados: Benedice Domine nos, et hec tua dona quæ de tua largitate sumus sumpturi... Ninguno respondió a la oración.
Ya lo sé, amiga mía; pero vuestro marido no puede ser víctima de vuestra generosidad. No discutamos a ese respecto. Yo tengo que partir de aquí; pueden notar mi ausencia, buscarme, perseguirme, ¡oh Dios mío! ¡si me sorprendieran, podrían todavía arrancar la libreta de mi hija, mi vida!
Volvió a la media hora, con un paquete de bujías, dos chuletas empanadas de una taberna cercana, una libreta, una botella de vino y un paquete de dulces. ¡Juerga completa! Decididamente, la vida de burgués, con casa propia y mujer única, tenía grandes encantos.
Corrió el animal hacia su amo, el pequeñuelo alargó las manitas, y mientras el hombre sacaba de la cesta, y partía la dorada libreta, la muchacha, sin dejar de mirarle, apartó a un lado la ensalada, sacó la botella del tinto, la servilleta, las cucharas de palo, y sobre el hondo plato de loza blanca, con ribete azul, volcó el puchero de cocido amarillento y humeante.
Pero arriba, en la suya, no quedaba nada: la noche anterior había devorado media libreta y las cortezas de un cuarterón de queso. Feli no comía; hacía tiempo que el embarazo y la repugnancia a los manjares groseros teníanla en perpetua inapetencia. Había que vivir... ¡adelante!
Palabra del Dia
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