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No era caso de gravedad: inapetencia, cansancio. Quería abarcar demasiado y los negocios minaban su salud. Es la crisis que él temía pensó el médico. Pero cuando no me llama sus razones tendrá... Debe haber cambiado mucho aquella casa. Y seguía en Gallarta, con el propósito de no visitar á su primo hasta que éste le llamase. Un día, en Bilbao, se encontró en el Arenal con el capitán Iriondo.

Mi tío y yo, como lo solíamos hacer a menudo, cenamos en la perezosa: él su correspondiente ración de leche, alimento único que te había prescrito Neluco últimamente, por convenir tanto a su invencible inapetencia como a la índole de su enfermedad, y yo los ordinarios condumios de Tona y de su madre, a los que se había ido haciendo mi estómago agradecido.

Todo era cosa de los pícaros nervios, esos diablillos que se divierten en molestar a las señoras distinguidas, cuando no les ayudan en sus disimulos. Lo positivo en la desazón de la de Bringas era su tristeza, temores de todo y por la menor causa, inapetencia, principalmente una manera especial y novísima de considerar a su marido.

Jactábase de su inapetencia mujeril haciendo de ella una estupenda virtud; pero no necesitaba andar a cachetes con el demonio para triunfar. Las embestidas del sillón eran simplemente un hábito de confianza, adquirido con el uso del secreto penitenciario.

Ustedes tendrán que hablar dijo mirando a su reloj . Va a ser mediodía. ¡La hora del almuerzo! Me hace falta un poco de paseo para despertar el apetito. Y se alejó, seguido por la risa de Maltrana, que lamentaba irónicamente la inapetencia del cura. Ojeda quiso saber qué había hablado su amigo con Martorell y el padre de Nélida.

Supuso la vestal del fogón que la inapetencia era desprecio, y por salir de dudas, movida de santa indignación, entró al despacho. Estaba don Juan macilento, escuálido, sentado en un sillón y más sombrío que Bruto la víspera de Filipos. Recibiola sin sonrisas, sin gana de bromas, preguntando con voz desfallecida: ¿Qué te pasa, mujer? Eso pregunto yo. ¿Qué le pasa al señor? No tengo apetito.

A fuerza de permanecer encerrado en casa, comenzó a digerir mal, y luego a comer poco: uniose al desasosiego moral el malestar físico, ayudó la inapetencia a la melancolía, y en menos de tres semanas se quedó flaco y triste como fiera enjaulada.

También lo llevo yo, y esto no me impide encontrar muy agradables los placeres de la vida y considerar que de todos esos placeres el más interesante es... el encuentro de dos esqueletos. Castro reía con una conmiseración afectuosa contemplando á su amigo. Estás harto, lo repito; tienes la inapetencia y las visiones fúnebres de los que sufren una dolorosa indigestión... te restablecerás.

Pero arriba, en la suya, no quedaba nada: la noche anterior había devorado media libreta y las cortezas de un cuarterón de queso. Feli no comía; hacía tiempo que el embarazo y la repugnancia a los manjares groseros teníanla en perpetua inapetencia. Había que vivir... ¡adelante!

Fuera de los paseos que daba en el comedor o en la alcoba, no hacía ejercicio alguno, y después de la inapetencia de los primeros días, le entró un apetito voraz, que las dos mujeres tuvieron por buen síntoma. A la semana, manifestó deseos de salir; pero una y otra trataron de disuadirle.