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Actualizado: 16 de julio de 2025


Se arrodillan, invocan al apóstol Santiago, y esperando un milagro, atacan con sus escopetas, arcabuces, lanzas y hachas. Los turcos cejan y vuelven las espaldas. En vano les anima su temible caudillo Suffarais, capitán general del mar, turco viejo y de gran obesidad, famoso por su coraje y atrevimiento.

Después la contestaba larga y minuciosamente sobre su modo de vivir, sus esperanzas y proyectos; los proyectos y esperanzas de Lucrecia; consejos sanos y observaciones cuerdas acerca de la obesidad prematura en sus relaciones con el método de vida, calidad y cantidad de los alimentos... Nacho. A este niño precoz le dedicaba siempre un largo párrafo.

Aceptada esta fineza, Maxi se personó en casa de Quevedo desde las nueve, hora en que la señora aquella se hallaba en la plenitud de sus funciones, limpiando jaulas, revisando nidos, examinando huevos, y sosteniendo con este y el otro volátil pláticas muy cariñosas. Su obesidad no le impedía ser ágil y diligentísima en aquella faena.

Al verle avanzar por el campo de la ejecución con paso vacilante á causa de su obesidad, una risotada salvaje cortó el trágico silencio. Los grupos de soldados sin armas que habían acudido á presenciar el suplicio saludaron con carcajadas al anciano. «¡A muerte el cura!...» El fanatismo de las guerras religiosas vibraba en su burla.

Los pollos escribieron cartas de declaración. De todo se encargó el primogénito de Casa-Ramírez, quien iba y venía de un coche a otro con gran firmeza a pesar de su obesidad. Esto les divirtió un rato. Los billetes amorosos escritos con lápiz se leían en voz alta y provocaban los aplausos y la risa. Raimundo charlaba con el mejicano de las vacas y con Osorio.

Muchos hombres del país, que admiraban lo mismo que los orientales la obesidad femenil, considerando una exuberancia de carnes como el acompañamiento indispensable de toda hermosura, hacían gestos de indiferencia al escuchar los elogios que dedicaban algunos á la niña de Rojas.

Estos efectos se producen sin intención ni culpa del francés, sólo a causa de su obesidad. Como los viejucos asilados, y asimismo todos los beatones que acuden allí de visita son, sin excepción, gente magra, cada vez que la hermana de los Dolores ve un hombre gordo, imagina tener ante al enamorado y malogrado Novillo, y se siente nuevamente la Felicita de antaño.

Palabra del Dia

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