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Era uno de esos días de bochorno canicular a que no escapa, con ser tan empinada y ventosa, toda aquella región de Castilla. Un aire abrasador se amodorra en las navas, y el cielo sin nubes embravece su tinte como el esmalte en el horno. La peña cruje bajo la rabia del sol, el árbol se tuesta.

La de Rufete no había visto nunca llorar a su tía, la cual, envejecida considerablemente en aquellos tristes días, traía un mantón negro echado por la cabeza, con lo que su aspecto era harto lúgubre y repulsivo. No decía sino: «¡Qué pena, qué bochorno!», y de sus apergaminados labios habían huido los donaires quizás para siempre.

El maldito inglés tuvo la culpa y me la ha de pagar. ¡Dios mío, cómo me puse!... ¿Y qué dije, qué dije?... No hagas caso, vida mía, porque seguramente dije mil cosas que no son verdad. ¡Qué bochorno! ¿Estás enfadada? No, si no hay para qué... Cierto. Como estabas... Jacinta no se atrevió a decir «borracho». La palabra horrible negábase a salir de su boca. Dilo, hija.

Hablabamos, mi amigo y yo, de cosas indiferentes y triviales. El sol, próximo a desaparecer, arrojaba sobre la tierra una luz cálida y rojiza, y el bochorno que entraba por la abierta ventana parecía esparcirse por todo el aposento.

No dónde habrá aprendido tales mañas. Es una risa... Una tarde que les llevé a que les viera Su Majestad... ¡bochorno mayor no he pasado en vida! No había medio de hacerles hablar una palabra: de repente, este bribón se planta, mira a la Reina con la mayor desvergüenza del mundo, y alargando su manocita... «dame cuartos». Su Majestad rompió a reír. Bien, señorito precoz, toma cuartos.

Dejo, pues, para cuando esté más despacio, suponiendo que llegue á estarlo alguna vez, describir la iglesia y claustro de San Juan de los Reyes....., sobre todo el claustro, que parece un jardín de piedra, medio destruído por una tempestad..... ¡Ah, franceses!..... ¿Cómo no morís de bochorno, al pensar que destrozasteis aquellos primores artísticos?

¿Eso dijiste, Momo? exclamó su abuela ; ¡quita allá!, ¡esas cosas no se dicen!, ¡qué bochorno!, ¿qué habrán pensado de nosotros?, ¡echar en cara un favor!, ¿quién ha visto eso? ¿Pues qué; no se lo diría?, ¡vaya!

vivirás, volverás a Madrid, verás a la que fue tormento y bochorno de mi vida. Dile... dile que no la perdono, que no la puedo perdonar. Salvador le dio la mano. Navarro, tomándola, la apretó en la suya fuertemente. Le miró con espanto. En aquel momento postrero parecía que se reproducían en su alma todas las amarguras de su vida y que espantosas imágenes le turbaban la vista.

Más hermoso es esto para verlo una vez que para vivir aquí indicó Golfín apresurando el paso . La nube de humo lo envuelve todo, y las luces forman un disco borroso, como el de la luna en noches de bochorno. ¿En dónde están las oficinas? Allá: ya pronto llegamos.

Don Álvaro disimuló difícilmente el bochorno. «¡Mayor puerilidad! pero estaba avergonzado de veras». Además, él, que miraba a los curas como flacas mujeres, como un sexo débil especial a causa del traje talar y la lenidad que les imponen los cánones, acababa de ver en el Magistral un atleta; un hombre muy capaz de matarle de un puñetazo si llegaba esta ocasión inverosímil.