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Vemos á cada paso hombres cuyos intereses y deberes reclaman ciertos trabajos no mas pesados que los que ellos mismos se imponen: y no obstante dejan aquellos por estos, sacrificando á su gusto el interes y el deber. Han de despachar un expediente, y le dejan intacto, á pesar de que no habian de emplear en él ni la mitad del tiempo que han gastado en correspondencias insignificantes.

En Bogotá, para obtener un espejo, si bien se pide un marco, hay que encargar cuatro lunas, de las que sólo una llega sana. Se comprende hasta cómo deben haberse devuelto las necesidades de comodidad por la cultura social, para que las familias se resuelvan a los sacrificios que instalaciones semejantes imponen. En las reuniones, una cordialidad, una aisance de buen tono, inimitables.

Encima, hay una verdadera exposición de flores, de luces; en el centro, un crucifijo, como si se tratara de un entierro. El buen viejo del pastor está delante de nosotros; adopta la expresión que imponen las circunstancias, y se recoge y vuelve a recogerse las mangas de la sobrepelliz, lo mismo que un escamoteador que se dispone a comenzar sus juegos. Ante todo, un cántico... después, la plática.

A parte del estímulo incesante que le da el gobierno con el escándalo de las loterías, influyen muchas causas: la falta de libertad industrial, el aislamiento, la vida sedentaria que imponen las condiciones de un país exuberante pero sin fáciles salidas, la inmobilidad política proveniente de instituciones fundadas en el privilegio, la ociosidad forzada de una juventud impresionable y apasionada, que encuentra muchos obstáculos á la entrada de casi todas las carreras.

Con él oprimen á las sociedades, imponen la ley á los gobiernos, hacen imposible la libertad: una docena de banqueros judíos presta dinero á todos los gobiernos de la cristiana Europa; dan la ley á todas las bolsas, favorecen y estimulan la ambicion del dinero, á cualquier precio adquirido.

Los trabajos del señor Caro imponen respeto, y es precisamente en nombre de ese sentimiento, porque, después del elogio sincero y altísimo, quiero consignar la impresión ingrata que me han dejado algunas de sus páginas. El señor Caro es en política, en religión y en literatura, el tipo más acabado del conservador, dando a esa palabra toda la extensión de que es susceptible.

Ambas me imponen de las ideas de V. E. y del gefe portugues, que aunque opuestas entre , no son acordes con mi modo de pensar, que me precisa á decir el amor á la Patria y á la justicia, y el empleo de gefe de la tercera division de demarcadores: mucho mas, siendo mi demarcacion, en mi juicio, el negocio mas grave que puede ocurrir en el vireynato.

Por todas partes no hay mas que saqueos y robos; se imponen contribuciones forzosas, se confiscan los caballos, las vacas, los bueyes, los carruajes. ¡Bah!, ¡bah!, ¡bah!, no es posible... ¿Qué me dicen ustedes? Eso me asombra; ¡unos hombres tan francos, unos amigos tan buenos, que vienen a salvar a Francia! No puedo creerlo. ¡Después de una proclama tan hermosa!

El notario salió, y los prometidos esposos cayeron de rodillas a los pies de Juanita. Escúchenme les dijo, después de hacerles levantar; el matrimonio de ustedes se llevará a cabo, y no me den las gracias agregó vivamente. Las condiciones que se me imponen, nada me cuestan. Hace mucho tiempo que me he prometido a misma y he jurado a Dios no volver a casarme; cumpliré este juramento.

Así, en la dicha pragmática se leen párrafos como el siguiente, que á título de curiosidad reproduzco y que dice así: «....Mandamos que en estos reinos y señoríos todas las mujeres, de cualquier estado y calidad que sean, anden descubiertos los rostros, de manera que puedan ser vistas y conocidas, sin que en ninguna manera puedan tapar el rostro en todo ni en parte con mantos, ni otra cosa, y acerca de lo susodicho, se guarden, cumplan y ejecuten las dichas pragmáticas y leyes con las penas en ellas contenidas y demás de los tres mil maravedís que por ellas se imponen en la primera vez caigan é incurran en perdimiento del manto, y de diez mil maravedís aplicados por tercias partes, y por la segunda los dichos diez mil maravedís sean veinte y se pueda poner pena de destierro, según la calidad y estado de la mujer.