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Actualizado: 20 de julio de 2025
En el catálogo, muy incompleto, de sainetes españoles publicados por La Huerta, se enorgullecen con el nombre de Calderón los siguientes: El asturiano en el Retiro. Las Carnestolendas. El dragoncillo. La muerte. La plazuela de Santa Cruz. La premática, y La tarasca de Alcorcón.
Cervantes, Quijote, I, 20: «... y no querría que pocas cosas penase mi ánima en el otro mundo.» Calderón, en su Entremés de las Carnestolendas: «VEJETE. Hombre, ¿comes, o engulles? GRACIOSO. ¡Lindo chasco!
4 La dicha por el desprecio, de D. Juan de Matos Fragoso. 5 El veneno para sí, de un ingenio de esta corte. 6 El vaquero emperador, de D. Juan de Matos Fragoso, de D. Juan Diamante y de D. Andrés Gil Enríquez. 7 La cosaria catalana, de D. Juan de Matos Fragoso. 8 Las mocedades del Cid, fiesta que se representó á SS. MM. el martes de Carnestolendas, de D. Jerónimo Cáncer.
En invierno, para ajustarse a la antigua regla de su orden, sólo usaba humildes pieles corderinas. Ayunaba dos cuaresmas al año: una, desde el día de Quatour Coronatorum hasta el día de Navidad; otra desde el Domingo de Carnestolendas hasta la Pascua de Resurrección. Era su cuerpo menudo, su rostro cetrino y como hecho de raigambre.
Las riberas del Pasig han sido objeto de rimas y trovas, y sus aguas cantadas por melancólicos amantes y por músicos más ó menos inspirados. El día de San Juan y los tres de carnestolendas constituían cuatro fiestas fluviales, en las que los remojones, las regatas y las enfrentadas en banca, figuraban en primer término.
En él se veneraba la piadosa imágen de Nuestra Señora de la Esperanza, hallada segun tradicion entre aquellos vestigios; y en sus claustros vivió retirado el rey D. Felipe IV durante las carnestolendas del año 1624.
Hallóse en Madrid Roque de Figueroa, autor de comedias, tan falto dellas, que estaba el Corral de la Cruz cerrado, siendo por Carnestolendas; y fué tanta su diligencia, que Lope y yo nos juntamos para escribirle á toda prisa una, que fué La Tercera Orden de San Francisco, en que Arias representó la figura del Santo con la mayor verdad que jamás se ha visto.
Dióle al maestro tanta risa de oír mi simplicidad y de ver el miedo que le había tenido, que me abrazó y me dio una firma en que me perdonaba de azotes las dos primeras veces que los mereciese. Con esto fuí yo muy contento. Llegó, por no enfadar, el tiempo de las Carnestolendas, y trazando el maestro de que se holgasen sus muchachos, ordenó que hubiese rey de gallos.
22 de mayo de 1638. «A corrido la voz por la corte que la muerte sucedida en días pasados, del poeta Don Francisco de Rojas, trujo origen del vejamen que se hizo en el Palacio del Retiro las carnestolendas pasadas, de donde quedaron algunos Cavalleros enfadados con el dicho.»
Encantadora estaba Currita aquella noche con sus rojos pelitos peinados a la griega y una extraña toilette un poco abigarrada, muy propia del caprichoso tiempo de carnestolendas.
Palabra del Dia
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