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Simula cordaje de una cítara que ondula, es blanda arcilla y música ese idioma , claro choque de perlas y corales, remedo de los coros celestiales que de Dios mismo su raigambre toma. Si lloro, se unifica con mi llanto, impregna hasta el kundiman cuando canto, y es en la liza imprecación y alerta.

, que al partír de Cuba, inclinada la frente, cojiste tierra, "para besarla eternamente", lee en el libro abierto de mi Naturaleza, donde es panal la vida y otro Dios la belleza, donde, como en un pórtico de bienaventuranza, encontrarás a cada aurora una esperanza, y en la mujer, la flor, el nido y los alcores, oirás la sinfonía de todos los amores; el cielo, siempre azul, sin mácula ni daño, que da eternal cobijo al propio y al extraño; los árboles ciclopeos que alzan la copa al cielo y hunden, por defenderse, la raigambre en el suelo, de corteza tan amplia, que unida la cintura de tres gigantes de descomunal figura; el Apo y el Maquiling, el Taal y el Mayón de fraguas encendidas como un gran corazón, incensario de fuego hiriente en el altar de la patria, como un eterno luminar, como idea que salta del crisol de tu mente, como el anhelo indígena de ser independiente...

En invierno, para ajustarse a la antigua regla de su orden, sólo usaba humildes pieles corderinas. Ayunaba dos cuaresmas al año: una, desde el día de Quatour Coronatorum hasta el día de Navidad; otra desde el Domingo de Carnestolendas hasta la Pascua de Resurrección. Era su cuerpo menudo, su rostro cetrino y como hecho de raigambre.

Hundí en las manos mi frente ardorosa y quebrantada; busqué en mi cofre más íntimo alguna perla encantada, y en el cofre de mi vida no hallé nada, nada... ¡nada...! Septiembre, 1910. Te hablo en tu lengua; mis versos te dirán que hay un amor que en la hecatombe pretérita su raigambre conservó en lo más hondo y arcano de mi pecho.

Bellas promesas que un rato recrean luego se fugan con gestos ausentes, y en combativas arenas chispean cruentos reproches, cual gladios fulgentes. Propios y ajenos pecados disculpo; con la codicia, del brazo, va el hambre, cierto es, en tanto, que hemópico pulpo viene extendiendo su odiosa raigambre.

Fórmanse estos excavando la tierra hasta cierta profundidad y cultivando el fondo con esmero. Un cañaveral de espeso y fresco follaje circundaba aquel enterrado huerto, dando consistencia a los planos perpendiculares que le rodeaban con su fibrosa raigambre y preservándolo con sus copiosos y elevados tallos contra las irrupciones de la arena.