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Y como al decir esto Leticia, su voz, su mirada, sus ademanes y el agitado ondular de su alto seno revelaran una emoción y un fuego que no pedía el punto que se había comenzado a tratar allí, Ángel receló ya de todo..., hasta de la bata y de las babuchas de Leticia; del motivo de su tardanza en recibirle, y de la ocurrencia de recibirle entre el aparato moruno de aquella estancia misteriosa; y dejándose llevar de tan malos pensamientos, también sospechó de los que pudo tener aquella dama para insistir un día y otro en que él la visitara a menudo, y aun entrevió los motivos de que la marquesa de Montálvez no tratara a aquella amiga con la afabilidad que a otras suyas... ¿Quién sabe hasta dónde fueron a parar las sospechas del ingenuo mozo en brevísimos instantes!

De esas hornacinas que un arco minúsculo decora, y donde los musulmanes guardan, llenas de agua escogida, ánforas, más o menos hermosas, cuyo consuelo cantan las inscripciones en voladoras alabanzas que suben hasta los astros. En aquel momento sólo aparecían en su interior dos babuchas femeninas color de cinabrio.

Una mesa que no los tenía completos, sostenía apenas dos docenas de libros muy usados, un tintero y una sombrerera. Allí formaban estrecho consorcio dos babuchas en muy mal estado, con una guitarra, de la cual habían huido á toda prisa las cuatro cuerdas, quedando una sola, con que Alejo se acompañaba cierta seguidilla que sabía desde muy niño.

El sol llegaba a los pies de Quintanar arrancando chispas de los abalorios y cinta dorada de las babuchas semi-turcas. El carpintero silbaba, el tordo, el mejor tordo de la provincia, que Quintanar llevaba de habitación en habitación, silbaba también colgada de un alambre su jaula. Ana contempló en silencio a su marido. «¡Era su padre! ¡Le quería como a su padre!

El cual, a los dos minutos, se acercaba al lecho de su mujer, arrastrando las babuchas de fingida piel de tigre, y abrochándose hasta la barba un gabán de medio tiempo, gris, muy usado, que le servía de batín en las estaciones templadas. Temblaba Bonis, más que por el fresco de la madrugada, por la incertidumbre y el miedo.

Los pies ligeros, recogidos y saltones lo mismo que pájaros en su encierro diurno de tafilete o de raso, eran ahora planos y deformes dentro de las claqueantes babuchas. Las carnes temblaban al moverse, conservando todavía la blandura y el suelto descuido de las horas de sueño. Las cabezas empequeñecidas y pobres de pelo mostraban unas mechas apelmazadas por la humedad reciente.

Dominado por aquella tentación, vibrando con ella, cual un junco en el torrente, Ramiro no vio que la criada, describiendo un rodeo, se dirigía a tomar las babuchas en el hueco del muro. La mujer, al encontrarse en aquel sitio con una cabeza humana, lanzó un grito de espanto.

Aquí tenéis dinero bastante para comprar el silencio, la fidelidad y la energía de los hombres que han de ejecutar mi proyecto. Y efectivamente, la Princesa, que ya se había levantado y estaba de bata y en babuchas, sacó de un escaparate dos grandes bolsas llenas de oro, y se las dio a sus confidentas.

El pantalón tenía los bordes levantados sobre unas babuchas blancas que contenían sus pies desnudos. En el lugar del corazón llevaba bordada una cifra, cuyas letras no pudo desenmarañar Ulises. Encima de esta cifra avanzaba su punta un pañuelo asomado á la abertura del bolsillo.

El judío, un anciano de barba terrosa, túnica de color castaño y gorro de terciopelo, levanta al cielo el rostro, pone ojos suplicantes, besa las babuchas de Sid'Omar, inclina la cabeza, se arrodilla, junta las manos... No entiendo el árabe; pero por la pantomima del judío, por sus palabras juez de paz, juez de paz, que repite frecuentemente, adivino este discurso: Confiamos en la rectitud de Sid'Omar, Sid'Omar es prudente, Sid'Omar es justo... Sin embargo, el juez de paz resolverá mucho mejor esta cuestión.