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Luego conoció á los otros tíos maternos en un pueblo inmediato al cabo de Creus. Este promontorio con sus costas bravas le recordó el otro donde vivía el Tritón. También aquí habían fundado una ciudad los primeros nautas helénicos; también arrojaba el mar ánforas, estatuillas y hierros petrificados. Los Blanes habían navegado mucho.

Eran objetos vomitados por el mar: ánforas recubiertas de valvas de molusco, por un enterramiento submarino de siglos. Las aguas profundas habían cincelado estos adornos pétreos con extraños arabescos que hacían pensar en el arte de otro planeta.

Desde que existe la civilización, la música es el accesorio obligado de los festines. ¿Á que vas á pedir tziganes? Mira el cuadro de las bodas de Caná. Allí ves músicos que rascan las cuerdas en trajes suntuosos mientras los convidados vacían las ánforas en las que el agua se ha convertido en vino. Aquellos son los tziganes de ese tiempo. ¿Se iban ya entonces con ellos las princesas?

En el centro de su baranda, situada sobre el arranque de la escalera, frente a la puerta de la calle, estaba el escudo en piedra de los Febrer, con un farolón de hierro forjado. Jaime, al descender, chocaba su bastón en la piedra arenisca de los escalones o tocaba las grandes ánforas barnizadas que adornaban los rellanos, y éstas devolvían el golpe con una sonoridad de campana.

Hasta tenía bellas antigüedades que nadie le podía disputar. Cerca de la puerta se apoyaban en el muro dos ánforas extraídas por las redes de unos pescadores, dos piezas de barro blancuzco, adornadas caprichosamente por el mar con guirnaldas de conchas petrificadas.

El concentraba su existencia en una sola habitación. Lubimoff chocó con arcones y armaduras, hizo vacilar dos enormes ánforas japonesas, se enganchó en los numerosos salientes de este profuso decorado de «estudio romántico» que había estado de moda veinticinco años antes.

Dulcísima rendiste la cabeza consumando espantoso sacrificio; a la gloria ascendiste con presteza para empuñar de la virtud la palma, dejándome en el alma mortal tortura, aterrador suplicio... Tus despojos después enriquecieron próvidas flores que en cercano día en ánforas tus manos dispusieron, las mismas que en tus últimos delirios impetrabas la amable compañía.

La comida avanzaba, y la locura de los comensales tocaba á su límite: las ánforas habían dado ya su última ofrenda de vino; los convidados las habían hecho llenar de nuevo, y hasta las mujeres, aturdidas, ó gritaban como furias ó callaban con perezoso recogimiento.

Delante del señor había varias mesillas enanas, donde en aúreos y repujados azafates, en ligeros canastillos, en esbeltas ánforas y en cálices esmaltados, se ofrecían para regalo de la vista, del olfato y del paladar, licores, conservas y sazonados frutos.

Cabellera flotante, cual selva enmarañada, que exhala dulcemente aromas de querer; ensoñación, delirio del alma, enamorada de las carnes y besos de la amada mujer. Piés finos, diminutos, de rosáceos talones y senos que se exaltan con ferviente ansiedad; ánforas virginales con vino de ilusiones que emborracha las almas de voluptuosidad.