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Recogíamos conchas, trozos de espuma de mar, mangos de cuchillo y piedrecitas negras, amarillas, rosadas, pulidas y brillantes. Al anochecer saltaban los pulgones en el arenal, y los agujeros redondos del solen echaban burbujas de aire cuando pasaba por encima de ellos la ligera capa de agua de una ola.

El tamborilero, con su redondo instrumento acostado en una rodilla, golpeaba el parche cadenciosamente, mientras su compañero soplaba en la larga flauta de madera, adornada con tallas de primitiva rudeza hechas a cuchillo. El Capellanet repicaba las castañolas, enormes como las conchas que cogía en la playa el tío Ventolera.

Quiero decir, que no me paro en bordaduras, ni en apariencias, ni en riqueza; siendo vos lo que sois, además de ser hija de un duque y mujer de un conde, para que yo no os hubiese amado, era necesario que no os hubiera conocido. De modo que si yo hubiese sido la hija de un mendigo... Hubiera quitado las conchas y hubiera tomado las perlas. Desconfío todavía de vos. ¿Todavía?... Sois un abismo.

Hay algunas tribus que ya no son salvajes, por su frecuente trato con nuestros compatriotas, que visitan el puerto de Deorj para adquirir conchas de tortuga, trépang, aves del paraíso, nidos de golondrinas, etcétera; pero los demás no tienen buena fama y algunos del interior son antropófagos. No ha mejorado, pues, nuestra situación. Tenemos nuestros fusiles y sabremos defendernos.

; y si podemos llegar a él, no tendremos grandes dificultades para volver a nuestra patria. Ya sabéis que ese puerto es muy frecuentado por los pescadores de trépang malayos y chinos, y también por nuestros compatriotas que van allí a adquirir conchas de tortugas, nuez moscada y aves del paraíso disecadas. Es verdad, Horn. No había pensado en el puerto de Dory.

Cuidado que.... Allí... contestó él echando los bofes, tal era su sobrealiento... allí... porque no te vinieses sin compaña... allí... ¡yo me entretuve con el vapor de la Habana, que salía... más bonito, conchas!, ¡humo que echaba! ¿Por dónde viniste que no te vi? Por donde me dio la gana, ¡repelo!

Cuando hallaba ocasión, echaba una puntadita; pero doña Lupe tenía más conchas que un galápago, y se hacía la tonta... pero tan tonta que habría que pegarle. Apretado por el crecimiento aterrador de su deuda flotante, el filósofo desplegaba un tesón y constancia más que fraternales en el cuidado de Maxi.

Sus reflejos son singulares y á menudo extrañamente iríseos, por ejemplo, sobre las escamas de los peces y sobre los moluscos, que al parecer reciben por ese medio toda la ostentación de sus nacaradas conchas. Es lo que más llama la atención del niño que por primera vez ve un pescado. A me sucedió esto siendo muy pequeño, aunque recuerdo como ahora la impresión que me produjo.

Pedigüeño tenemos, dijo en aquel punto Tristán, señalando hacia un árbol cercano á cuya sombra se sentaba un viejo, cubierto desde el cuello hasta los descalzos pies con tosco sayal gris de triple esclavina y llevando un grasiento sombrero de anchas alas con tres conchas cosidas en hilera al frente de la copa.

Estas sustancias, además, se han empleado en todos tiempos, tales como el polvo del coral, de los huesos, de la nácar de perla, de las cáscaras de huevos, de las conchas de ostra, de diversas concreciones, de los ojos de cangrejo y el agua de cal, atribuyéndolas antiguamente eficacia en un gran número de enfermedades, cuales son: fiebres intermitentes con hinchazon mas bien edematosa del hígado y bazo, leucoflegmasías, escorbuto, dartros, sarna, úlceras atónicas, escrófulas, infartos lácteos, leucorreas y enfermedades del útero, edemas, cánceres, infartos articulares, artritis, coqueluche, hidrofobia, cálculos vesicales, acedías del estómago, marasmo, fiebre verminosa y gonorrea antigua.