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Rosa entra a la iglesia hollando con religioso respeto las losas sombrías. Dos hachas de cera arden en el fondo, junto a la capilla mayor. Su luz llorosa y vacilante hace entrever, dentro de negro ataúd, las manos entrecruzadas de un muerto y el amarillento sayal con que lo han amortajado. Ni una flor, ni una plegaria, ni un paño mortuorio. La doncella se aproxima.

¿Quién ha de ser, pesia , sino vuestro Tristán el ladrón, Tristán el bandido, que no contento con haberme dejado casi en cueros vivos, volvió para llevárseme el sayal, como si un cristiano pudiera andar por el camino público con este camisín. ¡Me ha robado mi hábito, mi hábito! Perdonad, buen hombre, el hábito era suyo.... Corriente, pues que se lo lleve todo.

Pues apenas me dejasteis volvió corriendo don ladrón y como yo empezase á apostrofarle me preguntó muy dulcemente si creía posible que un buen religioso abandonase su sayal nuevecito y abrigado para vestir el jubón y las calzas de un artesano. Empecé á quitarme el hábito muy regocijado, mientras él explicaba que se había ausentado para que yo dijera mis oraciones con mayor recogimiento.

Viendo tan patente el dedo de Dios, el rey D. Dionís tributó á SANTA ISABEL el homenaje que merece la inocencia. Habiendo fallecido su marido en 7 de enero de 1325, tomó el sayal de Santa Clara, y en este trage asistió al funeral del rey.

Una vez alcanzado el éxtasis, el alumbrado se tornaba impecable y le era lícita toda acción cometida en tal estado... Las afiliadas de la secta vestían de beatas con toca y sayal pardo.

Otro le decía con hipócrita blandura: «Tiempo habrá de vestir el sayal; pero antes precisas correr mundo y conocer todo el mal de la vida, para salir templado de ese fuego purgativo como el acero de las espadas. Sólo así podrás llegar a comprender la grandeza del sublime reverso realizado en los claustros

D. TELL. ¿Puédese creer que así Responda una labradora? Pero confiésame ahora Que eres necia en ser discreta, Pues viéndote tan perfeta, Cuanto más, más enamora. Y ¡ojalá fueras mi igual! Mas bien ves que tu bajeza Afrentara mi nobleza, Y que pareciera mal Juntar brocado y sayal.

También hizo como que se desabrochaba mi jubón para devolvérmelo, pero no bien le entregué su sayal apretó á correr otra vez, dejándome con lo puesto, que no es mucho que digamos. ¡Habrá tuno! ¡Y cómo se reía el bigardón! Roger escuchó el relato de aquellas lástimas con toda la seriedad que pudo.

Ellas y yo moriremos sin habernos vuelto á ver. Eso es lo que me desgarra el corazón, Cristián; acepto mi miserable suerte, me resigno á sufrir, pero no á que sufran los que amo. Dejó caer la cabeza hasta las rodillas y así, con el cuerpo enflaquecido, encorvado en su sayal de tosco lienzo, se echó á llorar como un niño.

Había otra ventaja, a saber, que si no quería usted cavar la tierra, ni servir al rey en las armas, cosas ambas un si es no es incómodas; si no quería usted quemarse las cejas sobre los libros de leyes o de medicina; si no tenía usted ramo ninguno de rentas donde meter la cabeza, ni hermana bonita, ni mujer amable, ni madre que lo hubiese sido; si no podía usted ser paje de bolsa de algún ministro o consejero, decía usted que tenía una estupenda vocación; vistiendo el tosco sayal tenía usted su vida asegurada, y dejando los estudios, como fray Gerundio, se metía usted a predicador.