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Don Jerónimo dio una inmensa, infernal chupada al cigarro en testimonio de desagrado, y prosiguió sin hacer caso: Por entonces empezaron los ensayos del drama de Inocencio, que se titulaba, si mal no recuerdo Subir bajando;... callen ustedes, me parece que era al revés; Bajar subiendo... En fin, de todos modos, era un gerundio y un infinitivo.

Esotro que está en esotro aposentillo prosiguió el Cojuelo es un ciego enamorado, que está con aquel retrato en la mano , de su dama, y aquellos papeles que le ha escrito, como si pudiera ver lo uno ni leer lo otro, y da en decir que ve con los oídos. En esotro aposentillo lleno de papeles y libros está un gramaticón que perdió el juicio buscándole a un verbo griego el gerundio.

El adverbio a manta se emplea a cada instante para ponderar o encarecer la abundancia de algo. Las voces mantés, manteson, mantesada y mantesonada, mantesería y mantesonería, salpican o llenan tanto todo coloquio como en Málaga la de charran y sus derivados. Más singular es aún el uso del gerundio en diminutivo, para expresar que se hace algo con suavidad y blandura.

Dejé, como fray Gerundio, los estudios y me metí a predicador; es decir, me hice militar en obsequio de la patria. En la campaña perdí la carrera, la paciencia y un ojo; y las circunstancias me dejaron tuerto y capitán: sabe el cielo que para ninguna de estas dos cosas servía.

Y recordando aquel gerundio que tanto efecto había hecho en otra ocasión, resumía diciendo: De todas maneras, eso de vivir bajo el mismo techo que cobija a la viuda infiel de su mejor amigo es... ¡es nauseabundo! Y nadie se atrevía a negarlo. Todos aquellos escrúpulos que tenía la tertulia de los Vegallana, habían atormentado también a la Regenta.

Había otra ventaja, a saber, que si no quería usted cavar la tierra, ni servir al rey en las armas, cosas ambas un si es no es incómodas; si no quería usted quemarse las cejas sobre los libros de leyes o de medicina; si no tenía usted ramo ninguno de rentas donde meter la cabeza, ni hermana bonita, ni mujer amable, ni madre que lo hubiese sido; si no podía usted ser paje de bolsa de algún ministro o consejero, decía usted que tenía una estupenda vocación; vistiendo el tosco sayal tenía usted su vida asegurada, y dejando los estudios, como fray Gerundio, se metía usted a predicador.