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Cuanto es interesante la primera, tanto es despreciable la segunda. Después del calavera-temerón hablaremos del seudo-calavera. Este es aquél que sin gracia, sin ingenio, sin viveza y sin valor verdadero, se esfuerza para pasar por calavera: es género bastardo, y pudiérasele llamar, por lo pesado y lo enfadoso, el calavera-mosca.

La monomanía religiosa de su mujer llegaba ya a tan enfadoso extremo que no era posible soportarla... «¿Qué cree usted?, me incocoraba tanto oír a Serafinita el cuento, ya tan viejo y resobado de sus penalidades, que estaba deseando echar a correr... Aquella voz de canturria de coro y aquellos suspiros de funeral me atacan los nervios... Yo soy religioso y creo cuanto la Iglesia manda creer; pero esta gente que se acuesta con Dios y con Dios se levanta se me sienta en la boca del estómago.

Sus maneras carecían de atildamiento rebuscado y enfadoso, y sus frases estaban exentas de esa vulgaridad que hace el lenguaje de un hombre igual al de los demás: en lo que hablaba había siempre algo original; su tristeza parecía sincera, su gracia tenía un dejo amargo.

Raimundo Alcázar, que así se llamaba aquel joven rubio tan pertinaz y enfadoso que siguió a Clementina cuando hemos tenido el honor de conocerla al comienzo de la presente historia, recibió la mirada iracunda que aquélla le dirigió al entrar en casa de su cuñada con admirable sosiego y resignación.

Allá voy, D. Pedro se apresuró a responder Luis, contento de separarse de aquel enfadoso grupo. Al entrar en el gabinete se produjo, en menos tiempo del que puede tardarse en referirla, una terrible escena que puso en conmoción y espanto a toda la tertulia. D. Pedro estaba con las cartas en la mano y lo mismo Jaime Moro y D. Enrique Valero.

Además, como estuvo toda su vida bajo el poder y la vigilancia de su madre, no pensaba que hubiera más vida, y estaba tan acostumbrada a sus filípicas que, cuando no eran extraordinarias, las escuchaba como un ruido enfadoso, y se autorizaba una que otra vez, si el temporal no era muy recio, ciertas salidas graciosas, aunque atrevidas.

De aquí deducen, que el método de las Escuelas es importuno, inutil y enfadoso, asegurando que fuera mejor tratar las Ciencias con discursos seguidos, que con disputas Escolásticas. No apruebo yo todo lo que hacen las Escuelas en punto de sylogizar, porque veo bien que se cometen excesos dignos de enmendarse.

Poco desviados de allí hicieron alto estos tres carros, y cesó el enfadoso ruido de sus ruedas, y luego se oyó otro, no ruido, sino un son de una suave y concertada música formado, con que Sancho se alegró, y lo tuvo a buena señal; y así, dijo a la duquesa, de quien un punto ni un paso se apartaba: -Señora, donde hay música no puede haber cosa mala.

Bien poco durarán estos enojos, Que ya la muerte viene apercebida Para llevar en presto y breve vuelo A quantos pisan de Numancia el suelo: Principios veo que prometen presto Amargo fin á nuestra dulce tierra, Sin que tengan cuidado de hacer esto Los contrarios ministros de la guerra; Nosotros mismos á quien ya es molesto Y enfadoso el vivir que nos atierra, Hemos dado sentencia inrevocable De nuestra muerte, aunque cruel, loable.

Si menciono aquí los papeles póstumos de Escobar, no es porque me hayan recordado a don Amaranto, sino porque en ellos se habla de Belarmino y Apolonio, y señaladamente que me proporcionaron un documento curioso y útil, del cual puede aprovecharse asimismo el lector. Copiar todo lo que a Escobar se le ocurrió acerca de los dos zapateros, sería enfadoso.