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Dios me libre de bastardos.. dijo Quevedo mascando á dos carrillos y tomando una copa de oro rebosando de vino . Un bastardo tiene la culpa de que nos suceda lo que no debía sucedernos. ¡Qué! ¿te pesa... don Francisco?...

Yo lo creo, Dixo Lofraso, ya llega á la Hipocrene. Yo desde aqui columbro, miro y veo Que se andan solazando entre unas matas Las musas con dulcisimo recreo. Unas antiguas son, otras novatas, Y todas con ligero paso y tardo Andan las cinco en pie, las quatro á gatas. Si tu tal ves, dixo Mercurio, ó Sardo Poeta, que me corten las orejas, O me tengan los hombres por bastardo.

Otro hombre hubiera dicho, frotándose las manos de alegría: Bastardo ó no, soy hijo de un gran señor, y tengo una gran renta; las dos célebres hermosuras de la corte y del teatro me aman; la una será mi mujer, la otra será mi querida.

-Ferido no -dijo don Quijote-, pero molido y quebrantado, no hay duda en ello; porque aquel bastardo de don Roldán me ha molido a palos con el tronco de una encina, y todo de envidia, porque ve que yo solo soy el opuesto de sus valentías.

Múdase en seguida la escena á la corte de Alfonso el Casto, en donde se celebra tan gloriosa victoria con una brillante fiesta. Bernardo pide la recompensa prometida á sus hazañas, reclamando no sólo la libertad de su padre, sino también su casamiento con Jimena, para borrar su mancha de bastardo; pero el ingrato Rey le contesta con palabras evasivas.

11 No hay reinar como vivir, del Dr. Mira de Mescua. 12 A igual agravio no hay duelo, de D. Ambrosio de Cuenca. 1 No puede ser, de D. Agustín Moreto. 2 Leoncio y Montano, de D. Diego y D. José de Figueroa y Córdova. 3 El delincuente sin culpa y bastardo de Aragón, de D. Juan de Matos Fragoso.

Luego metería á su hija en un convento. Una vez libre, haría dejación de la cocina del rey, se retiraría de intrigas y de enredos, y se iría pacíficamente á comerse sus doblones á Navalcarnero, llevándose consigo la misteriosa arca, donde se encerraba indudablemente el destino del bastardo de Osuna.

Entre las demás comedias de este poeta, en las cuales descuella menos esa prenda especial y distintiva, escritas con arreglo al carácter general de las demás obras dramáticas españolas, merecen mención especial El invisible príncipe del Baúl, de mucho ingenio y de mucha gracia verdadera, quizás comparable á Amar por señas, de Tirso de Molina; El vencedor de mismo, del ciclo de tradiciones de Carlomagno; Los desagravios de Cristo, que trata de la destrucción de Jerusalén por Tito; El conde de Saldaña, en dos partes, quizás la mejor obra dramática que trate de la historia de Bernardo del Carpio, y la que se ha sostenido más largo tiempo en el teatro, y, por último, El rayo de Andalucía, cuyo héroe es el famoso bastardo Mudarra.

Prefiero tener un bastardo a quien besar todas las mañanas, que oír a un marqués que le llame a usted mamá. repuso Germana que el niño era de usted; pero usted lo dio. Ni usted puede reclamarlo ni menos yo entregárselo. Lo pediré ante los tribunales. Revelaré el misterio de su nacimiento. Nada arriesgo al presente: mi marido ha muerto, y ya no me matará. Perderá usted el pleito.

Pero el Conde ha rehusado altivamente, preguntándome quién era... ¡Quién era, señora!... ¡cuando se trataba de morir!... ¡Huérfano, bastardo tal vez, no tengo derecho a que me mate un noble, un señor!... el conde de Pópoli. Parece que es un crimen aspirar a este honor, porque el señor Duque me hizo azotar. »¡A usted, Carlos! », azotado...