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No sabemos cuánto tiempo hubiera estado nuestro buen ingenio preso por los pies en el lodo pegajoso, y maldiciendo de su suerte, y del amor, y de las mujeres, y de los hijos bastardos y del mundo entero, y si acaso hubiera perecido, á no ser por un incidente imprevisto para él.

Si te pones de mi lado, ¿quién prevalecerá contra ? Yo digo a mi alma pecadora, llena de quiméricas imaginaciones y de vagos deseos, que son sus hijos bastardos: ¡Oh, hija miserable de Babilonia; bienaventurado el que te dará tu galardón: bienaventurado el que deshará contra las piedras a tus pequeñuelos!

El Rey, para ocultar sus pecados, hacía que profesasen muchos de sus hijos bastardos, y los caballeros ricos se arruinaban por cómicas ingertas en cortesanas, como la María Beson, «que vino de Francia tan cargada de escudos como de enfermedades», o la Antonia Infante, que usaba en la cama sábanas de tafetán negro. Y a tal nación, tal corte.

Dios nos libre de espectros como de bastardos... los unos y los otros acaban por pesar mucho... no pensemos en echar peso sobre nuestra conciencia. Pero... ¡no bebes, luz de mis ojos! No... me basta con la embriaguez de mi amor, ya que he perdido el corazón no quiero perder la cabeza. Resígnate á ser mío, y no esperes escapar por ningún medio; te tengo, y no te he de soltar tan pronto.

Cuentan las historias y relaciones que, de doce mujeres, entre esposas y amigas, tuvo Felipe IV treinta y dos hijos, incluyendo legítimos y bastardos ; pero ninguno le alegraría tanto como el príncipe Don Baltasar Carlos, habido, después de tres hijas muertas sin cumplir un año, en su primera mujer y prima la infanta de Francia doña Isabel de Borbón, a quien llama un escritor de la época fragante flor de lis convertida en purpúrea rosa castellana.

Le pesaban en los bolsillos las joyas que había encontrado en el cofre; sentía sobre su pecho los papeles que acreditaban su nacimiento; y aquellas joyas y aquellos papeles le abrumaban. Indudablemente era harto raro el modo de pensar del joven, en una época en que abundaban los bastardos reconocidos y respetados, porque en aquel tiempo eran otras las costumbres.

Dios me libre de bastardos.. dijo Quevedo mascando á dos carrillos y tomando una copa de oro rebosando de vino . Un bastardo tiene la culpa de que nos suceda lo que no debía sucedernos. ¡Qué! ¿te pesa... don Francisco?...

Valéis mucho, doña Clara; la hermosura y la virtud resplandecen en vuestro semblante, y nada tiene de extraño... No hablemos más de esto. Quisiera veros más propicia á un casamiento con ese mancebo. No puede ser. ¿Por su bastardía? ¿Ignoráis que el nombre de Girón es tal que hace ilustres hasta los bastardos? Vuestro padre no tendrá reparo... Es que yo no quiero, y mi padre no me violentará.

La moral es la mejor guia del entendimiento práctico. La mejor guia del entendimiento práctico, es la moral. En el gobierno de las naciones, la política pequeña es la política de los intereses bastardos, de las intrigas, de la corrupcion; la política grande es la política de la conveniencia pública, de la razon, del derecho.

Por todas partes cubre el manto de la política intereses egoístas y bastardos, apostasías y vilezas; pero, al menos, en las capitales populosas, la superficie, el aspecto, y a veces los empeños de la lid, presentan carácter de grandiosidad.