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¿Pero cómo pudo vuestro amigo entregar... anoche esas cartas á la reina? Es sobrino del cocinero del rey, y tiene amores en la servidumbre de la reina. Me habéis maravillado, don Francisco... yo creía que lo sabíamos todo... Pues ya habréis visto que hay muchas cosas que ignoráis. Madre abadesa dijo en aquellos momentos á la puerta del locutorio una monja , aquí han traído una carta para vos.

28 Entonces clamaba Jesús en el Templo, enseñando y diciendo: Y a me conocéis, y sabéis de dónde soy; pero no he venido de mismo; mas el que me envió es verdadero, al cual vosotros no ignoráis. 29 Pero yo le conozco, porque de él soy, y él me envió. 30 Entonces procuraban prenderle; mas ninguno puso en él mano, porque aún no había venido su hora.

Allí me abrazó afectuosamente y me pidió que le escribiera si tenía necesidad de algo. El tren partió y no volví á ver á Sorege hasta la audiencia, donde declaró con una mesura y una habilidad que me fueron muy favorables. No ignoráis cómo fuí preso y llevado á París ni cómo terminó esta trágica aventura.

Bastardo, pero reconocido... ¿Y qué tiene que ver con nosotros...? Y tanto como tiene que ver. ¿Ignoráis que ese don Juan Téllez Girón es el que ha herido á vuestro secretario don Rodrigo? ¡Cómo! ¡si quien hirió á don Rodrigo, ayudado por Quevedo, fué un tal Juan Montiño, sobrino del cocinero mayor de su majestad! Es que ese Juan Montiño es don Juan Girón. Me estáis maravillando.

Dadme algunos datos al respecto, señor cura, y convenceos de que no sois sino un soñador optimista al pretender que la felicidad existe y que me está destinada. Vivís como un ratón dentro de un queso, no porque seáis egoísta, e ignoráis las catástrofes que pueden estallar sobre la cabeza de las gentes que viven en el mundo. «Ya no tengo ilusiones, mi buen cura.

Se han cometido muchos excesos de todas clases: He aquí el resultado de esta guerra cien veces maldita. ¡Qué inmensa responsabilidad para los culpables de estas desgracias! Pobres madres que ignoráis en este momento la muerte de vuestros hijos, ¡cuál será vuestro desconsuelo al recibir la infausta noticia!

Todos ignoráis que el volcán ruge a pocos pasos de vosotros; no sabéis que hay un hombre que prepara la más horrible de las tragedias; y mañana, cuando salga en los periódicos la extensa relación de lo ocurrido, no podréis imaginaros que la fiera en figura humana que mató al rival, a la novia y hasta a la mamá, si es que se decide a bajar, era el joven «dulce y simpático» que, pálido como un muerto, estaba hecho un poste cerca del cafetín.

No ignoráis, dijo entonces Tragomer, que partí hace dos años para un viaje al rededor del mundo que me ha tenido alejado de París y de mis amigos hasta el otoño último. Durante esos veinticuatro meses he recorrido numerosos y variados países y paseado por ellos mi aburrimiento y mi tristeza. Tenía serias razones para dejar la Francia. Una gran pena había alterado mi vida.

Valéis mucho, doña Clara; la hermosura y la virtud resplandecen en vuestro semblante, y nada tiene de extraño... No hablemos más de esto. Quisiera veros más propicia á un casamiento con ese mancebo. No puede ser. ¿Por su bastardía? ¿Ignoráis que el nombre de Girón es tal que hace ilustres hasta los bastardos? Vuestro padre no tendrá reparo... Es que yo no quiero, y mi padre no me violentará.

-Sabéis poco del mundo -replicó don Quijote-, pues ignoráis los casos que suelen acontecer en la caballería andante. Cansábanse los compañeros que con el preguntante venían del coloquio que con don Quijote pasaba, y así, tornaron a llamar con grande furia; y fue de modo que el ventero despertó, y aun todos cuantos en la venta estaban; y así, se levantó a preguntar quién llamaba.