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Así es que puedes presentar ese joven a Antoñita por medio del señor de Mengis y si le place... ¡Ah! ¡qué olvidadizo soy! exclamó Amaury, dándose una palmada en la frente. Está visto que unos meses de ausencia han bastado para hacerme perder por completo la memoria. Olvidaba que Leoncio juró vivir y morir en el celibato.

Mira, Leoncio, si ves, Por do yo pueda decir, Que no me haya de salir Todo mi gusto al reves! De toda nuestra ventura Cerrado está ya el camino, Sino, digalo, Marquino, El muerto, y la sepultura,

Si tiene el cielo dada la sentencia De que en este rigor fiero acabemos, Revoquela, si acaso la merece La justa enmienda que Numancia ofrece. Salen primero dos Soldados Numantinos MORANDRO, y LEONCIO. Morandro amigo, á do vas, O ácia do mueves el pie? Si yo mismo no lo , Tampoco tu lo sabras. Cómo te saca de seso Tu amoroso pensamiento? Antes despues que le siento Tengo mas razon y peso.

ASCLEPIGENIA. Es Atenais, hija de Leoncio. PROCLO. ¡La hija de mi docto e ilustre amigo!... ¡El cielo te bendiga, Atenais! ASCLEPIGENIA. ¿Me perdonas, Proclo? PROCLO. No hablemos más de lo pasado: olvidémoslo. ASCLEPIGENIA. ¿Vivirás conmigo? PROCLO. No quiero ni puedo vivir ya sin ti. serás el lucero que ilumine con su luz apacible la melancólica tarde de mi existencia.

Salense todos, y quedan solos MORANDRO y LEONCIO. Leoncio, qué te parece? Tendrán remedio mis males Con estas buenas señales, Que aqui el cielo nos ofrece? Tendrá fin mi desventura Quando se acabe la guerra? Que será quando la tierra Me sirva de sepultura?

O mitad de mi alma! ó venturosa Amistad no en trabajos dividida, Ni en la ocasion mas prospera y dichosa! Goza, Leoncio, de la dulce vida, Quedate en la ciudad, que yo no quiero Ser de tus verdes años homicida: Yo solo tengo de ir, yo solo espero Volver con los despojos merecidos A mi inviolable fe y amor sincero.

En toda su afectación y aparatosa dignidad no hay más que un brillo superficial, y puedo garantizarle que es un necio completo y un personaje vulgar. ¡Calla! exclamó el doctor como evocando un remoto recuerdo. ¿No me presentaste un día a un tal Leoncio de Guerignou? respondió Amaury, sonrojándose. Ese joven me parecía destinado a hacer brillante carrera. ¿No es consejero de Estado?

11 No hay reinar como vivir, del Dr. Mira de Mescua. 12 A igual agravio no hay duelo, de D. Ambrosio de Cuenca. 1 No puede ser, de D. Agustín Moreto. 2 Leoncio y Montano, de D. Diego y D. José de Figueroa y Córdova. 3 El delincuente sin culpa y bastardo de Aragón, de D. Juan de Matos Fragoso.

Aquí sale MARQUINO con una ropa negra de bocaci ancha, y una cabellera negra, y los pies descalzos, y en la cinta traerá, de modo que se le vean, tres redomillas llenas de agua, la una negra, la otra teñida con azafran, y la otra clara; y en la una mano una lanza barnizada de negro, y en la otra un libro, y viene MILVIO con él, y asi como entran, se ponen á un lado LEONCIO y MORANDRO.

ATENAIS. En efecto, Proclo es el príncipe de los filósofos. Tu padre Plutarco y mi padre Leoncio, notable filósofo también, le veneraban como superior a ellos. Comprendo, pues, que ames a Proclo.