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Pero, como ya hemos dicho, todas las apariencias, y objetos de los sentidos no ofrecen sino falsos bienes, ó aparentes, y ácia ellos nos arrastran la concupiscencia, y el desorden de los apetitos.

Es preciso, pues, que haya cierta relacion y respeto entre Dios y el hombre, de manera, que este ha de conseguir sus bien fundados deseos con la posesion de Dios, porque así poseerá todo lo que apetece; y Dios le al hombre el conocimiento que necesita para ir ácia él, y le mueve la voluntad; y como todos los conocimientos, que para estos fines se requieren, no puedan tenerse por la luz natural del entendimiento, ya porque esta no excede ciertos límites, ya tambien porque en saliendo de ellos para las demas averiguaciones que necesita, facilmente cae en el error, por eso es preciso que las luces naturales las fortalezca con las de la revelacion.

No se forman sylogismos para esto, porque basta nuestra inclinacion poderosa ácia lo que concebimos como bien; pero si quisiéramos exâminarlo un poco, facil sería reducir á sylogismos las razones que nos mueven. Si mi enemigo se engrandece, tiene mayores fuerzas que yo; si tiene mayores fuerzas, me ha de vencer: luego mi enemigo me ha de vencer.

Pero son muy pocos los que consideran estas cosas, y son muchos los que llevados de la concupiscencia, y engañados por la ignorancia, juntan á las cosas sensibles la nocion de su felicidad, y con el apetito que tienen de esta, se dirigen ácia aquellas.

Queda el cuerpo en la marina Quemado y apedreado, Y el alma vuelo ha tomado Acia la region divina. Queda el moro muy gozoso Del injusto yerro hecho, El turco está satisfecho, Y el cristiano temeroso. Yo he venido á referiros Lo que no pudistes ver, Si os lo ha dexado entender Mis lagrimas y suspiros.

Poned, amigos, acia aqui esa mesa, El vino, encienso y agua, que trugistes, Poneldo encima, y apartaos afuera, y arrepentios de quanto mal hicistes, Que la oblacion mejor y la primera Que se debe ofrecer al alto cielo, Es alma limpia y voluntad sincera. El fuego no le hagais, vos, en el suelo, Que aqui viene brasero para ello, Que ansi lo pide el religioso zelo.

Aqui me quiero esconder, Hasta que al anochecer Torne á seguir mi viage, Que en este mismo parage Mostagan viene á caer. Porque el sol sale de alli, El norte acia allá se inclina, No está lexos la marina. O qué mal estoy aqui! Buen Jesús, me encamina, Que mucho alarbe pasa Por esta campaña rasa: Si me he acertado á esconder, No me despido de ver Mis hijos, muger, y casa.

En este modo no puede el hombre, ni debe amar, ni abrazar semejantes objetos, sino conformándose con la Ley divina, y con sus sacrosantos Mandamientos y preceptos; y esto es lo que dicta la razon, porque con ella alcanzamos, que de todas las cosas sensibles no podemos debidamente hacer otro uso, que atendiendo al fin que el Criador se ha propuesto, y con respecto ácia la eterna felicidad de los hombres.

Aquí se han de distinguir los afectos é inclinaciones que se excitan en Ticio quando ve á Crisias, de los juicios que de ordinario suele Ticio juntar con ellos, porque el primer movimiento de aversion ácia Crisias, excitado de la primera percepcion que aquel tuvo de este, no es voluntario, y los Filósofos le llaman motus primo primus; pero los juicios que suelen acompañar aquellos movimientos son voluntarios, y puede Ticio, y debe apartarlos, y en algunas ocasiones aplicar todas sus fuerzas para reprimirlos.

Lo que sucede en esto es, que la voluntad apetece este bien verdadero, y esta felicidad, inclinándose naturalmente ácia el bien; pero engañado el entendimiento, y llevado de la concupiscencia, le ofrece otros bienes solo aparentes, y á veces falsos, que tal vez la apartan de aquel mismo bien verdadero.