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Actualizado: 4 de junio de 2025


E pasado muchas cosas con el dicho Marco de Arayz, q. sabe muchas cosas de todo lo que en Çaragoça a pasado, porq. era el que mas amenudo besitaba adantonio perez estando preso, de quien su amo don diego deredia acia mucha confianza.

Porque si nosotros regulasemos esta innata inclinacion que tenemos ácia nuestro bien y provecho, segun las reglas que prescribe el juicio, y le conformasemos con las máxîmas que enseña la doctrina de Jesu-Christo, no apeteciéramos sino lo que es verdaderamente bueno, y lo que en realidad puede conducir á nuestra conservacion; pero el caso es que estudiamos poco para moderarlo, y su desenfrenamiento nos ocasiona mil males.

Pero se ha de advertir, que hay dos caminos muy comunes, por los quales se anda ácia el error, es á saber, la preocupacion, y la precipitacion del juicio, porque quantas veces cae este en el error, casi siempre sucede, ó porque está preocupado, ó porque se precipita.

Pero es de advertir, que semejantes sofismas no pueden engañar sino á los muy estultos, y por eso los omitimos. Gell. Noct. Del Método. Hasta aquí hemos mostrado el modo como procede el entendimiento para hallar la verdad, y los caminos por donde se va ácia el error, para evitarlos: resta ahora manifestar el buen orden que entre han de tener las verdades adquiridas.

Así podrá qualquiera usar de las cosas sensibles, con tal que el uso de ellas sea conformándose con las leyes divinas, y humanas; no porque aquellas cosas sean el bien á que únicamente deben aspirar los hombres, sino porque conducen á mantener la vida, la fama, y otros bienes, que logra el hombre en esta mortal carrera ácia la eternidad.

El ver, pues, cómo inconsideradamente buscan muchos estas apariencias, y van con inquietudes continuas ácia estos vanísimos atractivos de los sentidos, hace ver el poco uso que hacen los hombres de la razon, y lo poco que reflectan para distinguir lo aparente de lo verdadero.

Esto se funda en que los sentidos se nos han dado para nuestra conservacion: el dolor es indicio de cosa que nos destruye, y el deleyte de cosa que nos conserva; con que somos naturalmente llevados por nuestro propio bien ácia el deleyte, y huimos siempre de qualquiera dolor.

En las expresiones, pues, de semejantes hereges se manifiesta, que á su descompuesta imaginacion acompañaban pasiones desenfrenadas, ya de odio ácia la Iglesia, ya de esperanza de ser por ese camino memorables y afamados, ya el deseo inmoderado de la singularidad, y en fin un amor propio extremado que los hacia parecer á ellos mismos únicos en razonar, y los solos en conocer, y distinguir lo verdadero de lo falso.

No miras como el humo se apresura A caminar al lado del Poniente, Y la amarilla llama mal sigura Sus puntas encamina acia el Oriente? Desdichada señal, señal notoria Que nuestro mal y daño está presente. Aunque lleven Romanos la victoria De nuestra muerte, en humo ha de tornarse Y en llamas vivas nuestra muerte y gloria.

En las cosas de Religion sucede lo mismo, pues el Evangelio de Santiago, el de San Pedro, y otros muchos fingidos, de que trata Calmet en una disertacion que compuso de propósito sobre los Evangelios apócrifos, son libros que formaron los Hereges, y para autorizarlos los atribuyeron á Autores de mucha reputacion; y esto es lo que obligó al Papa Gelasio en el Concilio que celebró en Roma ácia los fines del siglo quinto, á declarar semejantes libros por apócrifos, y formar el catálogo de ellos tan sabido de los Críticos.

Palabra del Dia

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