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¡Cuánto se holgará de esto, si vive aún, como deseo, mi docto y querido amigo D. Joaquín de Irizar y Moya, que ha escrito obras tan notables sobre la lengua vascuence, echando la zancadilla a los Erros, Larramendis y Astarloas! Algo aprovechará él de las flamantes invenciones para dar más vigor a su sistema, arreglándole de suerte que se ajuste y cuadre con la más perfecta ortodoxia católica.

Faltan algunas hojas del cabildo celebrado dos dias después de la petición, en las cuales, acaso, constaría el resultado de la averiguación practicada por Alfon García. Parece también que en aquella época atributase á tan temibles animales virtudes curativas, pues el docto caballero Pedro Mexia, hablando del insigne arzobispo Don Fr.

El autor del libro cuyo título nos sirve de epígrafe, es, a lo que parece conocido y celebrado en la gran ciudad del Guadalquivir como docto médico y como autor de varias obras científicas, entre las que se cuentan: Concepto de la fisiología general, El genio y la inspiración, La ciencia y el Arte, La Atrepsia, Origen y fin del planeta Tierra, y Biografía y estudio crítico de las obras de Nicolás Monardes.

Ya en aquellos tiempos andaba por España un famoso judío llamado Jehosuah Halorqi, nacido en Lorca el año de 1350 segun se cree, insigne talmudista, uno de los principales maestros en la lei de Moisés, i hombre mui docto en el estudio de la medicina.

Registrando crónicas y archivos tuve la suerte de encontrar un precioso manuscrito de principios de siglo, obra del docto religioso Fr. Bartolomé Galán.

No desconfíes de él, porque esto le resentiría, y te lo repito, el cariño de Juan, dentro de muy poco tiempo, puede valerte mucho. »Allá te le envío pobre de ropa y de bolsillo, pero muy hermoso, muy valiente, muy noble, casi sabio. »¡Ah! te advierto, para lo que te pueda convenir, que hace tres años vino aquí huyendo de ciertas malas aventuras, el docto y regocijado don Francisco de Quevedo.

Parece que allí tenían buena acogida ciertas fórmulas del decir que nuestro joven había aprendido con su maestro de Humanidades de Tudela, varón docto de la escuela pura de Luzán. El joven tenía, sin embargo, el instinto de la elocuencia tribunicia, seca, rotunda, incisiva, desnuda.

No le calumniaban en esto último: el nuevo Prior no era docto letrado, ni mucho menos; pero en cuanto á lo de contrabandista, no estaba del todo averiguado que lo hubiera sido, aunque dándolo como cierto y seguro, tampoco sería maravilla; que en las vueltas y mudanzas del mundo ladrones han llegado á santos, y hombres virtuosos acabaron en ladrones.

Estas palabras de mi docto amigo me sugieren una idea luminosa y salutífera. Seamos optimistas y pesimistas alternativamente. Las cosas, aunque no crea uno en el determinismo feroz que nos arrastra al vicio y hasta al crimen, y aunque no vea uno siempre desolación y dolor en torno suyo, no están por eso todo lo bien que sería de desear.

Fuera de eso este docto sugeto, que era hombre de muy buena pasta, habia sido robado por su muger, aporreado por su hijo, y su hija le habia abandonado, y se habia escapado con un Portugués. Le acababan de quitar un miserable empleo con el qual vivia, y le perseguian los predicantes de Surinam, porque le tachaban de sociniano.