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Nadie duda de que la representacion de las dimensiones esté en nosotros, sin necesidad de referirla á nada en particular: la cuestion está en si dichas dimensiones están realizadas, y cuál es su naturaleza, independientemente de sus relaciones con nosotros.

Si suponemos un entendimiento que concibe la esencia de la curva, con inmediata intuicion de la ley que preside á la inflexion de los puntos, sin necesidad de referirla á ninguna línea, ó bien bastándole un eje en vez de necesitar dos, ó de algun otro modo que nosotros no podemos ni siquiera imaginar, resultará que no habrá menester dar los rodeos que nosotros para demostrar las propiedades de la curva, pues las verá claramente pensadas en el mismo concepto de ella.

Allá voy, D. Pedro se apresuró a responder Luis, contento de separarse de aquel enfadoso grupo. Al entrar en el gabinete se produjo, en menos tiempo del que puede tardarse en referirla, una terrible escena que puso en conmoción y espanto a toda la tertulia. D. Pedro estaba con las cartas en la mano y lo mismo Jaime Moro y D. Enrique Valero.

Al referirla había temido que el magistrado no creyera en la pureza de su pasión desgraciada; pero, aun demostrada esa pureza, le había parecido que, en cierto modo, la manchaba. ¿Tenía derecho él de revelar el secreto de una alma? Si esa alma había ocultado no solamente a las otras, sino a misma, su propio secreto, ¿podía él revelarlo?

No puedo olvidar aquella escena que presencié desde la puerta con otros criados, y voy a referirla. #Nota a pie de página:# Inés, confusa y ruborosa, no contestó nada, cuando el diplomático se fué derecho a ella llevando de la mano a D. Diego, y le dijo: Hija mía, aquí tienes al que te destinamos por esposo: mi sobrino, varón ilustre, a quien veremos general dentro de poco, como siga la guerra.

La calle le parecía tan grande, que no conocía distancia alguna á que referirla, pues para ella las casas hacían horizonte, y aquella gente que venía se le representaba como un mar agitado sordamente, y avanzando, avanzando como si quisiera tragarla. Sin deliberar volvió atrás y bajó hacia el Prado. El gentío bajaba también: sordo rumor resonaba en la calle.

En este punto se hallan de acuerdo la razon y la observacion. El alma se informa de los objetos exteriores mediatamente por los sentidos, pero inmediatamente por el cerebro; cuando este pues recibe tal ó cual impresion, no puede ella desentenderse de referirla al lugar de donde suele proceder, y al objeto que de ordinario la produce.

Sin embargo, en la comedia del poeta más antiguo sólo se muestran groseramente esbozados los motivos, que, manejados por el más moderno, nos infunden tanta admiración. La fábula de Mescua es demasiado extensa, para referirla ahora tal cual es; por consiguiente, sólo indicaremos sus principales sucesos.

En suma, esta conversación siguió largo rato, y yo tengo notas y apuntes que me ha suministrado D. Juan Fresco y que me harían muy fácil referirla con todos sus pormenores; pero, como mi historia tiene que ir en un ALMANAQUE sin excitar a nadie a que los haga, y no puede extenderse mucho, sino ser a modo de breve compendio, me limitaré a lo más esencial, deslizándome algunas veces, con rapidez y como quien patina, en aquellos pasajes que más se presten a ello por lo resbaladizos.

Declaréselo, asombróse de tanto como del cuadro, y me apresuré a referirla el argumento con detalles que recordaba muy bien de sus escenas más culminantes y del decorado más aparatoso; y, por último, le di una idea del papel que hacían en la función los espectadores, del lujo de las señoras... y de las majaderías de los hombres presumidos, particularmente de los «buenos mozos». Admiróse ella de unas cosas, rióse de otras y me declaró, al fin, respondiendo a una pregunta mía, que verlo todo sin ser vista de nadie, ya le gustaría; pero estar en ello y ser vista de todos, aunque la asparan.