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Actualizado: 22 de junio de 2025


Las campanas dijeron algo a Isidora, y entró a oír misa en San Luis, en cuya escalerilla se estrujaba la gente. Dentro, las misas sucedían a las misas, y los fieles se dividían en tandas. Unos se marchaban cuando otros caían de rodillas. Allí se persignaba una tanda entera, aquí se ponía en pie otra, y las campanillas, anunciando los diversos actos del sacrificio, sonaban sin interrupción.

entiendes el río... más de una vez te he visto remar; yo no soy manco... ¿Vamos? Andando dijo el barbero con resolución. Buscaron una antorcha, y ayudados por varios mocetones, trajeron la barca de Rafael hasta una escalerilla de la ribera. El río mugía con sordo hervor en torno del bote, pugnando por arrebatarlo.

Jacobo procuraba abrirse paso a través del gentío, arrimándose a la escalerilla de la iglesia; mas detúvose de pronto sorprendido y ocultóse al punto como asustado, detrás de unos mascarones, cubiertos con pingajientas colchas de zaraza atadas por la cabeza, que saltaban delante de él medio borrachos.

Además, el ala del sombrero se clavó en su frente, el velo arremolinado le raspó una mejilla, la punta de un alfiler largo, que parecía animado de vida maligna, buscó traidoramente uno de sus ojos. Ella se separó con rudo tirón. ¡Adiós! ¡adiós! Y al estar junto a la escalerilla, volvió aún la cara hacia Ojeda para despedirse con voz trémula: ¡Novio mío!... ¡mi poeta! Acuérdate alguna vez.

No se sabía tampoco a dónde diantres había ido a parar el picador; pero Segunda había traspasado la huevería y tenía en la misma Cava un poco más abajo, cerca ya de la escalerilla, una covacha a que daba el nombre de establecimiento. En aquella caverna habitaba y hacía el café que vendía por la mañana a la gente del mercado. Cuatro cacharros, dos sillas y una mesa componían el ajuar.

Cuando llegó a él, no pensó siquiera en meterse en el balandro que estaba a dos brazas de la escalerilla: limitose a hacer a Cornias, ocupado en recoger el aparejo a toda prisa, algunas advertencias sobre el particular, y enseguida tomó el camino del Miradorio. Le estaba preocupando a él la cosa aquella desde el momento mismo en que había sucedido.

Salieron dos viejas y un señor muy gordo, encasquetándose un gorro negro antes de ponerse el sombrero; mas Tirso dentro permanecía. «¡Qué calma! pensaba Pepe ¡Sabiendo cómo estarán en casaDe pronto sacó otra vez el reloj y, notando que había pasado casi un cuarto de hora, se le acabó la paciencia y bajó la escalerilla: aún se detuvo unos instantes en la puerta, mas en balde.

Un recuerdo de los primeros años de su juventud, de su época de estudiante, iniciábase débilmente, y crecía y crecía hasta tomar el relieve de la realidad. Veíase subiendo una escalerilla de la Escuela de San Carlos, con un compañero de hospedaje, estudiante de Medicina, que iba a recoger unos objetos en el laboratorio. Isidro asomábase a una ventana.

Juanito, poco a poco, había logrado estrechar sus relaciones con Tónica. No subía a la casa, eso no; ¿qué dirían los vecinos? pero si le estaba vedado entrar en aquella escalerilla, que se le antojaba camino de misterioso santuario, podía acompañar a Tónica y su amiga los domingos por la tarde.

Los dos hombres se volvieron de repente por no poder atravesar el gentío, y asustado Jacobo cubrióse al punto el rostro con el pañuelo cual si se limpiase las narices, y subiendo muy de prisa la escalerilla del Carmen, entróse en el templo...

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