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Actualizado: 22 de junio de 2025
Era un Miura castaño, chorreao, listón, fino y de hermosa lámina, largo y levantado de cuerna. Mostrose voluntario y noble en las varas, aguantando seis puyazos de los picadores de tanda. Pero al llegar a los palos comenzó a defenderse.
Tomaron la una boca de la banda Del norte, que la otra se endereza Al sur, como se diera suda y tanda Allí; y aun le quebráran la cabeza Al Ingles, que en la boca del sur anda, Y estuvo allí surgido grande pieza. Sucesos son de mar, y aun de la tierra, Que vemos que suceden en la guerra. Al fin salió el Ingles de allì primero, Sin que de nuestra Armada fué sentido.
Yo te diré contestó don Alejandro un poco atarugado con la inesperada observación de su hija . Mirado el caso por encima y tal como él mismo se va metiendo por los ojos, parece que tienes razón; pero atendiendo a lo que debe atenderse; mirando como debe de mirarse ¿estás tú?... poniendo cada cosa en su sitio y a su luz correspondiente; midiendo esto y pesando aquello con la necesaria reflexión; no dando a ciertas... a ciertas, vamos, a ciertas pequeñeces accesorias, el valor de un hecho fundamental, ¿eh?... estudiando, en fin, el punto a conciencia... penetrándole hasta lo más hondo, como yo le tengo penetrado, lo infalible de mi axioma se palpa; pero hasta el extremo de que ese mismo argumento que a ti se te ha ocurrido, le da mayor realce todavía... como te lo podía demostrar yo ahora, si la ocasión fuera oportuna o lo reclamara una gran necesidad... Porque te advierto que la cuestión resulta algo metafísica, tratada como es debido; y no creo que te divirtiera gran cosa a raíz de una tanda de visitas como la que vienes aguantando.
Las campanas dijeron algo a Isidora, y entró a oír misa en San Luis, en cuya escalerilla se estrujaba la gente. Dentro, las misas sucedían a las misas, y los fieles se dividían en tandas. Unos se marchaban cuando otros caían de rodillas. Allí se persignaba una tanda entera, aquí se ponía en pie otra, y las campanillas, anunciando los diversos actos del sacrificio, sonaban sin interrupción.
En la mesa próxima había empleados de Hacienda, Gobernación y Ultramar, y una tanda de cesantes. Entre ellos vio Rubín al individuo a quien sólo faltaban dos meses de empleo para poder pedir su jubilación.
Todas ellas fingiendo cumplir un deber de cortesía con ustedes al visitarlos, se agarran a esa ocasión para darse pisto entre las gentes de la villa y meterles a ustedes sus trapitos por los ojos... Cuando concluya esta tanda, empezará la de las otras, el Faubourg Saint-Germain de aquí, «nuestra vieja aristocracia», como si dijéramos, los Carreños de abajo y los Vélez de arriba, que es ya lo único que nos queda de esa clase, y bastante averiado por cierto.
Tú has padecido, tú has pecado... luego eres mía. Y como en aquel momento entrara su tía trayéndole el chocolate, se fue hacia ella, en pernetas, con intento de abrazarla, diciéndole: También usted ha padecido, también usted ha pecado, querida tía. ¡Pecar yo!... Y es usted de mi tanda. Todo lo que quieras, con tal que te tomes ahora este chocolatito. Lo tomaré, lo tomaré, aunque no tengo apetito.
Tuve paciencia, encogí los hombros, sufrí la tanda y mosqueo, y salí a cumplir mi destierro, con tanta priesa, que no tuve lugar de buscar cabalgaduras.
La tanda empezó por la señora jueza de Cebre. Abrió la puerta la criada en pernetas, que al ver a Nucha bajarse de su cabalgadura y arreglar los volantes del traje con el mango de la sombrilla, echó a correr despavorida hacia el interior de la casa, clamando como si anunciase fuego o ladrones: Señora.... ¡Ay, mi señora! ¡Unos señores...!, ¡hay unos señores aquí!
Y, con esto, cesó por entonces su plática. Capítulo LXXII. De cómo don Quijote y Sancho llegaron a su aldea Todo aquel día, esperando la noche, estuvieron en aquel lugar y mesón don Quijote y Sancho: el uno, para acabar en la campaña rasa la tanda de su diciplina, y el otro, para ver el fin della, en el cual consistía el de su deseo.
Palabra del Dia
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