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Estoy desesperada. Tan desesperada estoy, que me inclino a creer que no he tenido que fingir la enfermedad, sino que en realidad estoy enferma. El doctor lo ha creído y ha dejado una receta muy larga, que doña Rita ha leído y debe cumplir. Serán simplezas del doctor... ¡Ay, Dios mío! ¿Qué burla pesada es esta? ¿Con que no me contesta Narcisito?

¿Cómo? ¿De veras? preguntó éste con alegría. ¡Oh, buen trabajo me ha costado! Estaba furiosa. ¿Y tu papá? Papá aún no sabe nada; pero cederá también... ¡Vaya si cederá!... La receta no puede ser más eficaz. ¿Qué receta? La que he empleado... La cosa se había puesto tan fea, que ya estaba resuelto que no volvieras más a casa. A me mandaba a Tejada en castigo.

Así pudo Roger oir lo que se decía en otro grupo compuesto, según le había dicho al oído la agradecida ventera, de un sangrador, un dentista ambulante y el músico de la encendida nariz. Una rata cruda es mi receta invariable contra la peste, decía gravemente el medicastro; una rata cruda abierta en canal. ¿No sería mejor asarla un poco, señor físico? preguntó el sacamuelas.

Sucedía esto a los ocho o diez días de la repentina marcha de Jacobo, y entre aflicciones de espíritu, quebrantamientos de estómago y apreturas de entendimiento, recibió Villamelón una cariñosa carta de este tierno amigo, en que, con previsión amorosísima y delicadeza exquisita, le enviaba una receta infalible contra la trichina, recogida de los labios mismos de los hermanos Tramponetti, fabricantes de embutidos en la salchichonesca Génova.

1875. Isidora visita a Emilia y se queda encantada de la dichosa paz que reina en la ortopedia. El padre de Juan José se ha retirado del trabajo, y no se ocupa más que de cultivar la huerta que ha comprado en Pinto. Juan José está al frente del establecimiento, y bajo su hábil mano este se conserva en el mismo estado de prosperidad. Isidora quisiera un aparato para que la cabeza de Riquín no creciera tanto. Juan José, que algo entiende de Medicina, se ríe y receta al hijo reconstituyentes y a la madre un Manual de Doctrina Cristiana. Consternación. Los Peces grandes y chicos se ven desterrados de las claras aguas de sus plazas y oficinas. Bien quisieran ellos aclamar también al Rey nuevo; pero la disciplina del partido les impone, ¡ay!, una consecuencia altamente nociva a sus intereses. Tienen que poner un freno a sus agallas. Además, la lucha por la existencia, ley de las leyes, ha llevado a los Pájaros al Gobierno, y estos no encuentran en la Administración bastantes ramas en que posarse. Algunos Peces de menor tamaño y del género voracissimus quedan en oficinas obscuras. Son Peces alados, transición zoológica entre las dos clases, pues la triunfante tuvo en situaciones anteriores sus avecillas con escamas. Mariano torna a ser vagabundo. Gusta mucho de los toros. Asiste a una novillada en Getafe, y su preciosa vida está en gran peligro. Saldeoro parece reparar sus desastres. Terribles celos de Isidora, que descubre en su amante fervorosa inclinación a la secta de los mormones. Riñas y escándalos, acompañados de no pequeños apuros. Todos los Peces, confirmando la antigua idea de que en España el despecho es una idea política, se alegran de las ventajas de los carlistas. Isidora activa su pleito. Pretende de nuevo la información de pobreza, pero no puede conseguirlo. Celebrado el juicio de conciliación, presenta su demanda. Miquis gana por oposición la plaza de médico director de uno de los principales hospitales de Madrid. Es novio de la hija del honrado notario Muñoz y Nones. Sábese por buen conducto que Leonor tiene una casa de huéspedes en La Coruña. Ocúpase la prensa de cierta irregularidad administrativa en que ha intervenido, como irregularizador, Melchor de Relimpio. La gente se pregunta si será mandado a presidio, y efectivamente, la Gaceta le nombra... oficial primero de Aduanas en Cuba. Parte decidido a concluir la insurrección, para lo cual no procede llevar tropas a Cuba, sino traerse a Cuba a España. Habas contadas.

La receta era bien sencilla: bastaba pasar tres veces por el hervor de agua ordinaria las carnes de cerdo y los utensilios en que hubieran estas de cocinarse.

Habiendo finalmente ámbos sosegado un poco el alboroto de su pecho, dixo en breves palabras Zadig por qué acaso se encontraba en esta pradera. ¿Pero como os hallo, o reyna respetable y desdichada, en este desviado sitio, vestida de esclava, y acompañada de otras esclavas que buscan un basilisco, para hervirle, en virtud de una receta de médico, en agua de rosas?

-Eso será -dijo Sancho- si no se tira con honda, como se tiraron en la pelea de los dos ejércitos, cuando le santiguaron a vuestra merced las muelas y le rompieron el alcuza donde venía aquel benditísimo brebaje que me hizo vomitar las asaduras.along -No me da mucha pena el haberle perdido, que ya sabes , Sancho -dijo don Quijote-, que yo tengo la receta en la memoria.

¿Ese sistema nuevo preguntó la marquesa que receta estimulantes para refrescar? No lo creáis, doctor, ni vayáis a dar esa clase de remedios al niño.

No donde hallar el leteo ni el nepentes, dijo, pero he aprendido muchos nuevos secretos entre los salvajes; y esta receta que me dió un indio en cambio de algunas lecciones mías, tan antiguas como Paracelso, es uno de esos secretos. Bebe esto. Será sin embargo menos calmante que una conciencia limpia y pura; pero no puedo darte eso.