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Parece interrogar con la mirada la vasta llanura que se extiende, sin un árbol, sin un arbusto, sumida en una obscuridad uniforme. ¡Vigila la esclusa del molino, David! grita hacia la casa con voz de trueno. Están en la pradera; voy a buscarlos. Juan deja escapar una exclamación de horror.

Lo que se llama Grütli es una pradera rodeada de bosques, que corona una alta loma situada sobre la raíz del promontorio de Wylenstein. Allí se encuentra una casa solitaria que los muy curiosos visitan, y cerca de ella tres fuentes que pertenecen á la poética leyenda de la independencia ó de Guillermo Tell.

Para teatro de la fiesta se eligió una pradera separada de la romería por un regato, ó por un seto transparente, pues sobre este punto tampoco están las crónicas muy de acuerdo, y para orquesta se ajustaron, por horas, un violinista y un gaitero trashumantes, de los muchos que había en la romería, y acaso los únicos que á la sazón se hallaban desocupados.

Dexó Zadig á esta Syria y á todas las demas que buscaran su basilisco, y siguió su camino por la pradera. Al llegar á la orilla de un arroyuelo, encontró á otra dama acostada sobre los céspedes, que no buscaba nada. Parecia magestuosa su estatura, aunque tenia cubierto el rostro de un velo.

Habiendo finalmente ámbos sosegado un poco el alboroto de su pecho, dixo en breves palabras Zadig por qué acaso se encontraba en esta pradera. ¿Pero como os hallo, o reyna respetable y desdichada, en este desviado sitio, vestida de esclava, y acompañada de otras esclavas que buscan un basilisco, para hervirle, en virtud de una receta de médico, en agua de rosas?

Dentro de todo este marco, que parecía una contradanza de colosos encapuchados, se extendía una tierra de labor tijereteada en pedazos, de pradera y de boronales, los primeros de un verde aterciopelado, y los segundos con la nota pajiza que les daban los tallos secos, aún no cortados, del maíz recién cogido.

Sin embargo, había que resignarse; así es que el pobre Silas, después de haber sondeado bien con la mirada los alrededores de las cercas, atravesó la hierba, creyendo, con su vista corta, distinguir a Eppie tras de cada mata de acedera roja, viéndola continuamente alejarse a medida que se aproximaba. Buscó en vano en la pradera; entonces, salvó el cerco y se encontró en la propiedad vecina.

Todo el lado de la pradera que llegaba á abarcar con su ojo abierto, así como la linde de la masa de matorrales y la tierra que quedaba entre sus troncos, estaban ocupados por una muchedumbre de seres humanos, idénticos en sus formas á los componentes de todas las muchedumbres. Pero lo que él creía matorrales eran árboles iguales á todos los árboles y formando un bosque que se perdía de vista.

Y los dos grandes perros mastines, Manchego y Navarro, traídos cachorros de Castilla, caracoleaban en torno suyo solicitando también una caricia. Pero era necesario llevar aquellos animalitos á reposarse. D. Félix dió orden á los vaqueros para que los condujesen á Cerezangos y él también marchó con ellos. Cerezangos es una gran pradera distante menos de un kilómetro de la casa.

En un rincón solitario de la pradera, Gertrudis, inmóvil, lanza miradas melancólicas al sol que se extingue. ¡Ah! ¡si no se ocultase hoy para nosotros! exclama abriendo los brazos. ¡Bueno! ¡ordénaselo! dice Juan. ¡Sol, te mando que te quedes con nosotros! Y, mientras el globo de fuego se hunde cada vez más, ella se pone a temblar de pronto y dice: ¿Sabes qué idea acaba de ocurrírseme?