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Actualizado: 9 de mayo de 2025
Y matizando la alfombra De una estendida pradera Se vé una alegre cuadrilla Con sus vestidos de fiesta, Porque cien gauchos reunidos Las pascuas de Dios celebran.
Bajó a paso vivo por la húmeda pradera, después saltó a un camino que iba en dirección a la aldea. La tierra, cubierta de escarcha dura y seca, sonaba bajo sus pies. Llegó a la vista del pueblo y lo atravesó por el medio.
Pues entonces ¡en avant!, dijo Tránter, echando á andar con gran prisa, seguido de numerosos escuderos. Á orillas del Garona había una pequeña pradera limitada en dos de sus extremos por altos paredones. El terreno formaba rápido declive al acercarse al río, muy profundo en aquel punto, y los únicos dos ó tres botes visibles estaban amarrados á gran distancia.
Pero usted no morirá añadió golpeándose el pecho . Me lo dice el corazón. Poco después de salir el sol, varios hombres fueron reuniéndose en una pradera de hierba rala vecina al río. Tenía por límite unos sauces viejos y con las raíces medio descubiertas, que se inclinaban moribundos sobre la corriente, como si de un momento á otro fueran á dejarse caer en ella. El lugar era triste.
¿Qué hacéis? preguntó Abu-el-Casín a unos viejos venerables de blanca y crecida barba, ancha y espaciosa frente, que se encontraban sentados sobre el césped de la verde pradera y bajo una bóveda de laureles.
La dama contemplaba sus sombras confundidas avanzando sobre la mágica luz de la pradera, con el cabeceo de una lenta marcha. Parece que vivimos en otro mundo murmuró , un mundo de leyenda: algo así como las praderas que se ven en los tapices. Una escena de libros de caballerías: el paladín y la amazona que viajan juntos con la lanza al hombro, enamorados y en busca de aventuras y peligros.
La Nela calló. Instintivamente se había llevado las manos a la cabeza, enredando entre sus cabellos las florecitas medio ajadas que había cogido antes en la pradera. ¿No respondes?... Es verdad que eres modesta. Si no lo fueras, no serías tan repreciosa como eres. Faltaría la lógica de las bellezas, y eso no puede ser. ¿No respondes?...
Tornaba Celesto a inflar los carrillos, y tornaba la gaita a exhalar sus notas penetrantes alegrando la campiña. Cuando salía de la aldea, se echaba otra vez el instrumento a la espalda. De caserío en caserío fueron subiendo hasta el paraje donde se celebraba la romería. Era una pradera en declive, cerca ya de la cima de una de las más altas montañas.
Recite V. contestó Lucía, los últimos que ha compuesto á Clori. Son largos. No importa. Don Carlos no se hizo más de rogar, y con entonación mesurada y cierta timidez que le hubiera hecho simpático, aunque ya por sí no lo fuese, recitó lo que sigue: El plácido arroyuelo Rompe el lazo de hielo, Y desatado en onda cristalina Fecunda la pradera.
El corazón le dio un salto; él sabría por qué; y sin vacilar, apoyó los pies en la paredilla de guijarros, cubierta de musgo, que separaba el prado del arroyo, apartó las ramas, se agarró fuertemente a una más gruesa que las otras, y dando un brinco, cayó sobre el césped mullido de una muy hermosa pradera. El paisano, que encorvándose liaba un hacecillo de varas, levantó la cabeza sorprendido.
Palabra del Dia
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