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Al paso que Madrid se elevaba al primer rango entre las ciudades de España, ofrecía también á las compañías de cómicos mayores atractivos para permanecer en ella, y como consecuencia de esto, pedía un repertorio más completo que el que llevaban en su vida errante, puesto que cuanto más numerosas y nuevas eran las obras dramáticas, más considerables eran también los ingresos en la caja de los directores y de los hospitales.

Y esta actividad general comprendía también á las mujeres, que dedicaban al servicio de la patria su labor en fábricas y hospitales ó su inteligencia más allá de las fronteras. Ferragut, sorprendido por esta revelación brutal, quedó silencioso, y al fin se atrevió á formular su pensamiento. Según eso, ¿ eres una espía?... Ella acogió con desprecio la palabra.

Los cementerios, de una blancura agresiva, parecen esfumarse y se pierden en el risueño paisaje como una nota sin importancia. La suavidad del cielo y del ambiente los convierte en jardines. ¡Un cadáver ocupa tan poco sitio y la tierra es tan grande!... Los hoteles que fueron hospitales redoran sos rótulos, desinfectan sus habitaciones, envían anuncios á los grandes diarios de la tierra.

A la izquierda vi sobre la orilla destacarse los árboles del pequeño parque en cuyo fondo se ostenta el famoso hospital de Chelsea, edificio gigantesco y que, por su interior y la manera como está servido, pasa con justicia por ser uno de los primeros hospitales del mundo.

Para evitar este inconveniente pusieron en el patio un toldo de lona, que resguardaba del sol, pero no de la lluvia. Los productos líquidos, que sacaban los hospitales de cada representación, deducida la parte que tocaba á los actores, ascendían á 140 ó 200 reales, especie de derrama extraordinaria que pagaba cada espectador además de la entrada.

Si atendemos á los institutos de beneficencia y de servicio oficial de la ciudad ó del gobierno cantonal, son muy notables: el Arsenal cantonal, con una hermosa coleccion de armas y armaduras antiguas, el Banco de préstamos, la Caja de aseguras contra incendios, la Casa de moneda, que acuña tambien para muchos otros cantones de la Confederacion, la Casa de reclusion ó de forzados, en que caben 400 detenidos y que es una de las mejores de Europa, en su género, la Casa criminal de detencion, el Granero público de la ciudad, la Fábrica de pólvora, cuyos productos son de los mejores de Europa, y en fin algunos bellos hospitales ricamente dotados.

Era la retirada de que hablaban las gentes en París, pero que muchos no querían creer; la retirada llegando hasta allí y continuando su retroceso indefinido, pues nadie sabía cual iba á ser su límite. El optimismo le sugirió una esperanza inverosímil. Tal vez esta retirada comprendía únicamente los hospitales, los almacenes, todo lo que se estaciona á espaldas de un ejército.

Carlos siguió sus cursos, frecuentó los hospitales, hizo su internado, practicó a la vista de sus maestros y ganó a pulso todos sus diplomas y algunas medallas que hoy constituyen el adorno de su gabinete. Su única ambición era suceder a su tío y acabar con los enfermos que el buen hombre le dejase.

Sacudía el cinc del tejado y parecía atacar furiosamente a toda la clínica. Aquella noche Petrov se murió de terror. Se transportó al muerto a una vasta habitación fría, que existe en todos los hospitales, destinada a tal fin; se le lavó y se le vistió con una levita negra, que se le abrochó sobre el pecho. Al día siguiente llegaron la madre de Petrov y su hermano mayor, un escritor muy conocido.

De cuando en cuando volaba a la ciudad, a su oficina; pero lo hacía cada vez más de tarde en tarde; todas las noches recibía la visita de San Nicolás, con quien acudía, volando, a todos los hospitales de la ciudad, y se dedicaba a curar enfermos.