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Actualizado: 25 de julio de 2025
Antes de dar a luz su primera hija María, había padecido de vómitos de sangre y consunción. Después del parto, y por algunos años, hasta el nacimiento de su segunda hija Marta, padeció un mal dolorosísimo del corazón, tan acerbo y cruel que muchas veces le privaba del sentido. Las manifestaciones de esta enfermedad, tal como la paciente las relataba, inspiraban terror a cualquiera.
Desde su suntuoso lecho, el recobrado hijo pródigo roncaba confiadamente. Yo no tenía padre que pudiese reclamar. Jamás conocí otro hogar que el que he tenido hasta estos momentos. Caí en la tentación. ¡He sido tan dichoso... tan dichoso! Irguiose y permaneció de pie ante el viejo. No tema que me interponga entre su hijo y la herencia. Parto hoy de este lugar para jamás volver.
Ella comprendía ahora toda la grandeza de aquella Religión dulce y poética que comenzaba en una cuna y acababa en una cruz. ¡Bendito Dios! ¡las dulzuras que le pasaban por el alma, las mieles que gustaba su corazón, o algo que tenía un poco más abajo, más hacia el medio de su cuerpo!... ¡Y aquel Ripamilán allá arriba, aquel viejecillo que contaba lo del parto como si acabara de asistir a él!
»No tema usted nada me dijo; yo parto; pero, noble castellana, espero que tendrá usted a bien conceder a un animoso caballero el beso de despedida. «Rehusé... pero en vano; y como él insistiese, quise arrojarme a la puerta; pero adivinando mi pensamiento, se interpuso en mi camino y me rechazó bruscamente.
Minghetti, como todos, la dejaría morir, la dejaría padecer, sin padecer ni morir con ella... ¡El parto! Crueldad inútil, peligro inmenso... para nada: ¡qué estupidez! Las mujeres felices, las mujeres entregadas a la alegría, al arte..., a... los barítonos..., las mujeres superiores, no parían, o parían cuando les convenía, y nada más. ¡Parir! ¡Qué necedad! ¿Cómo no había previsto el caso?
Horrorizada, con cara de condenado del infierno, Emma se retorcía agarrada con uñas de hierro a los hombros y al cuello de Minghetti, que no había tenido tiempo para levantarse de la banqueta del piano. Estaba él cantando y acompañándose, según costumbre, cuando su discípula lanzó un chillido de espanto, sorprendida y horrorizada por el primer dolor del parto próximo.
Las mujeres paren también sobre la ceniza: concluído el parto se bañan y vuelven á acostarse sobre ella y á cuidar de su hijo, el que cuando marchan lo llevan pendiente del cuello ó á la espalda, sostenido por un lienzo atado, ó por una corteza de árbol apoyada en la nuca. No se les conoce religión alguna. Comen puercos de monte, venados y raíces alimenticias; pero nunca lo verifica uno solo.
Y volviéndose a uno de los criados: Decid que pongan el cupé, en seguida. No, señorita, no, os ruego. El aire libre me calmará... tengo necesidad de caminar... dejadme partir. ¡Partid, pues!... Pero no tenéis abrigo... Tomad este chal para cubrios. No tengo frío... mientras que vos... con ese traje... parto para obligaros a entrar.
Sólo tuvo un secreto para mí, el del origen de su fortuna. Siempre se negó a decírmelo. Parto directamente para Florencia, y veré de descubrir todo lo que pueda antes que los abogados le notifiquen a este misterioso individuo el fallecimiento de su papá le dije. Puede ser que consiga saber algo que nos sea de mucho beneficio en el porvenir.
Ya estamos en la caída; si quien padece es mujer, y se encuentra de parto, no podemos detenernos ni hablar hasta llegar á la habitación donde se encuentra la enferma; si esto no hacemos, se creería en un resultado funesto.
Palabra del Dia
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