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Actualizado: 25 de julio de 2025


La condesa tomó el billete y lo leyó. Al principio sus labios se contrajeron de rabia; pero en seguida una sonrisa irónica apareció en sus labios. «Parto para salvarte. Dentro de algunas horas serás libre para siempre»... ¡Ah! ¡Ah! ¿No es más que esto? ¡Ya veremos! El cuarto de Elena está cerrado, ¿no es cierto, Mathys? ¿No comprendéis que es una nueva molestia que Federico quiere causarnos?

Sin embargo, Su Excelencia había ido allí como los demás, para oírme leer aquel mal parto de mi infecundo ingenio, y era preciso hacer un esfuerzo. Me llené, pues, de resolución, y empecé á leer. Pero permitidme, antes de referir lo que leí, que os alguna noticia del grande, del ilustre, del imponderable Duque de Cantarranas.

Por esto lo de menos era preocuparse de la posición de la esposa, sino de su caudal de salud. Así se buscó él aquella Teresa, fuerte como un castillo y fresca como una manzana. Pero de poco le valió a la pobre. Tuvo la niña, y a consecuencia del parto murió a los pocos días, sin que sirvieran de nada los estudios y los desesperados esfuerzos del marido. No llegaron a vivir juntos un año.

-Es, pues, el caso, señor -prosiguió el labrador-, que yo, por la misericordia de Dios, soy casado en paz y en haz de la Santa Iglesia Católica Romana; tengo dos hijos estudiantes que el menor estudia para bachiller y el mayor para licenciado; soy viudo, porque se murió mi mujer, o, por mejor decir, me la mató un mal médico, que la purgó estando preñada, y si Dios fuera servido que saliera a luz el parto, y fuera hijo, yo le pusiere a estudiar para doctor, porque no tuviera invidia a sus hermanos el bachiller y el licenciado.

La pleuritis solo reclama árnica en su principio, ó por su orígen reumático, pleurodínico; la peritonitis puerperal exigirá árnica por la accion de las maniobras del parto ó por la irritacion de la fibra.

Y, en efecto, tal maña se dio para apretarse que nadie pudo presumir que aquella mujer tuviese una criatura en sus entrañas. ¡Qué sustos, qué congojas las del conde mientras duró el embarazo! Si alguien la miraba con insistencia, ya estaba temblando; si en el curso de la conversación un tertulio hacía alusión a algún parto disimulado, se ponía pálido, pensando que podía ser una indirecta.

Pero habrá que esperar añadió Obdulia, dándose de hocicos contra la realidad, para volver a saltar otra vez, cual pelota de goma, y remontarse a las alturas . Y diga usted: en ese correr por Madrid buscando miserias que aliviar, me cansaré mucho, ¿verdad? ¿Pero para qué quiere usted sus coches?... Digo, yo parto de la base de que usted tiene una gran posición. Me acompañará usted. Seguramente.

¡Qué embriaguez de pasión en su acento febril! ¡Cómo se buscan sus voces! ¡parece que quisieran besarse! En la orilla del torrente crecen los sauces, En los valles se extiende la nieve; Querida niña, tenemos que separarnos... Parto para la guerra, voy a afrontar la muerte... La separación, amada mía, es cruel... Sus voces se pierden en un murmullo trémulo.

»Ítem, suplico a los dichos señores mis albaceas que si la buena suerte les trujere a conocer al autor que dicen que compuso una historia que anda por ahí con el título de Segunda parte de las hazañas de don Quijote de la Mancha, de mi parte le pidan, cuan encarecidamente ser pueda, perdone la ocasión que sin yo pensarlo le di de haber escrito tantos y tan grandes disparates como en ella escribe, porque parto desta vida con escrúpulo de haberle dado motivo para escribirlos.

Si hubieras hecho lo que yo te aconsejé... Yo te decía: «Guarda, aprovéchate; sácale a ese hombre el redaño y ve poniendo en el Monte para el día de mañana...». Pero , grandísima pandorga, con gastar y gastar... Aquí parece que siempre está la gata de parto, según se gasta y derrocha. ¡Tía, dos mil! Dos mil puñales... Ande usted... No, no te caerá esa breva.

Palabra del Dia

buque

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