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Nos sentamos, pues, a la mesa... Cubierto suntuoso, flores, vajilla de plata, un cúmulo de piezas montadas. El conjunto muy bien... Se sirvió ante todo una copita de Jerez para hacer entrar en calor al estómago. El Jerez era bueno, pero la copa muy chica; y no pude conseguir que me sirvieran otra.

¡Madre de Dios! exclamó la Nela, cruzando las manos . ¿Tendrá eso algo que ver con lo que yo siento? ¿Qué? Que estoy en el mundo para ser tu lazarillo, y que mis ojos no servirían para nada si no sirvieran para guiarte y decirte cómo son todas las hermosuras de la tierra.

En Walter Raleigh, en Drake, en Hawkins, en todos aquellos corsarios ansiosos de botín, tenía que hallar fáciles auxiliares; en el Conde de Essex estaba asegurado el impulso . Todavía tentaba la fidelidad de los prisioneros españoles para que sirvieran de guías á las expediciones , y desdichado el que, desechando las insinuaciones, caía por su cuenta.

»Aquí me asombré ya mucho más que antes. Conociolo mi madre, y continuó así: » Te lo repito y te lo demuestro. Los hombres como Pepe Guzmán, no sirven para lo que tiene que servir aquí tu marido; y aunque sirvieran, no querrían, porque los ejemplares de esa casta... no se enamoran para casarse. »Me ofendió el dicho como debe ofender un bofetón.

Dispuesta de este modo la distribución de curatos, me parece no faltarían sujetos que los sirvieran, aun los de poca renta, porque, siendo éstos escala para los más pingües, se opondrían a ellos para proporcionarse después el ascenso a los mayores; tampoco faltaría quienes ocupasen los tenientazgos, aun por muy corto estipendio, sólo para hacer méritos para oponerse a los curatos, siendo regular se atendiese con preferencia a los que actualmente servían en los pueblos.

Las bestias que hasta entonces puede decirse sólo sirvieran para producir leche, iban á dar en lo sucesivo más generoso alimento. El insípido régimen lácteo, debía ser abandonado por aquellos que se lanzaban en acción cada día más. Por su lado Russell, con gran oportunidad, inventó el mar por medio de su librito, quiero decir, le puso en boga.

Lo que retengo en la memoria admirablemente es que Gloria me sirvió almíbar de azahar, diciéndome que era cosa exquisita, y que yo no lo encontré tanto, y que ella se enfadó y me dijo que era un simple y un desaborío, y que yo, para cortar la discusión, le dije que si me la sirvieran a ella en ese almíbar la comería, pero otra cosa, no; y que ella me respondió, riendo, que yo «era un gaditano con más conchas que un galápago». En cambio, cinco yemas de San Leandro, que me hizo comer una tras otra, me parecieron deliciosas, y alabé las manos de las monjas y a Dios, que las había criado.

Pero como había cobrado su dinero, de lo que estaba muy contento, como se había reintegrado, sabía contener su curiosidad, que dejaba paso a la más exquisita prudencia. Allá ellos, se decía, y seguía callando. Rompió el silencio Bonis, diciendo con voz sepulcral: Si usted hiciera el favor de mandar que me sirvieran un vaso de agua. Con mil amores.

Vendré lo mismo; pero me tomaré tiempo para comer. Mi padre se lo llevó en seguida e hizo que le sirvieran una cena. Me quedé sola, cerré los ojos para que descansase mi dolorida cabeza, y me quedé dormida. Cuando desperté era de noche, y por la ventana abierta oía la voz de mi padre en el jardín y el ruido de sus pasos algo pesados sobre la arena.

Porque entonces consta, que por altísima disposición del Cielo, fueron esparcidos, como del viento el polvo, sobre la haz de la tierra; para que en todo el Universo, como estátuas vivas de sal y patentes señas de la ira y venganza divina, sirvieran a todos los mortales de escarmiento.