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¡Oh no; no es eso!... Lloro, Miguel, sobre nuestro amor... lloro sobre la última ilusión perdida... Siento haberte conocido... Siento haber dejado despertar mi corazón ya dormido, y forjarme, por algunos instantes, ciertas quimeras deliciosas que se desvanecieron como el humo... ¡Por qué he de ocultártelo!

No merecía otro nombre su amor. En aquel espíritu ardiente, despótico, atormentado, no había entrado jamás la ternura; ignoraba por completo las cosas deliciosas y poéticas que ennoblecen la pasión y la hacen perdonable. Su vida se había deslizado en una agitación insana, atormentada por el deseo de ser feliz a toda costa.

El niño fué a tomar lugar en medio de la concurrencia, y con gran despejo y buena declamación, recitó el romance.... Todos aplaudieron al niño; el cura me preguntó: ¿Conoce Vd. ese romance, capitán? Francamente, no; pero me agrada por su fluidez, por su corrección, y por sus imágenes risueñas y deliciosas. Es del famoso Lope de Vega , capitán.

La villa de Thun , distante cinco leguas de Berna, tiene tambien un precioso lago, como lo son todos los del pais, patria de ellos. Thun tiene su hermoso hotel de Buenavista y está rodeado de deliciosas montañas. Ginebra, ciudad la mas avanzada de la Confederacionon Helvética, es sin disputa bajo el aspecto literario uno de los primeros centros de Europa. Calvino fundó una universidad.

Ella cantaba, refiriéndose en sus canciones al ruiseñor, a las noches de luna, a las citas deliciosas en el jardín, al amor juvenil, y también las cosas que cantaba producían una impresión de realidad, a pesar de su embarazo y de su rostro envejecido. Y así hasta el amanecer.

Así es que evito con mucho cuidado, desde hace dos meses, lo que la querida niña llama: «nuestras deliciosas horas de intimidadAunque su mirada es glacial y su nariz ostenta proporciones borbónicas, me conozco: si por desgracia me hablase de su ternura y de su admiración por mi hermosa inteligencia, en una noche como ésta, sería capaz de contestarle: «¡Como no!...» o «¡PerfectamenteEn fin, cualquiera de esas palabras apasionadas, irreparables, que lo hunden a uno en un abismo, para toda la vida.

Se encontraba en una especie de exaltación que abolía para él todas las percepciones exteriores, para no dejarle sino las sensaciones íntimas, que eran deliciosas, porque encontraba en ellas todo el tesoro de su delicadeza, de su fe, de su honor, que le había sido arrebatado brutalmente durante aquellos dos años nefastos. El alba blanqueaba haciendo palidecer á las estrellas.

Pero éste, aunque es muy bueno, y fino y cariñoso, y con caídas deliciosas, es ya un señor mayor, y además, con un miedo a los paseos marítimos, que nos hace morir de risa.

¡Qué cena, señor Cornelio!; ¡chuletas deliciosas, como las del cerdo!; ¡cosa algo mejor que las palomas a que ibais a tirar! Avanzando por entre las lianas, llegó Cornelio hasta donde yacía el animal, que estaba completamente inmóvil.

Claro que volveré; y si no te encuentro aquí..., en Madrid nos reuniremos. ¿Me escribirás a menudo? ¿Podré yo escribirte? Siempre que quieras. ¿Verdad que no estás hastiado de ? ¿Me quieres? ¡Con toda mi alma! ¡Oh inacabable encadenamiento de frases, tan tontas para escritas como deliciosas para pronunciadas y oídas!