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Durante el diálogo que he referido, sin responder de su exactitud, pues sólo me fundo en vagos recuerdos, una tos recia y perruna, resonando en la habitación inmediata, anunciaba que Marcial, el mareante viejo, oía desde muy cerca la ardiente declamación de mi ama, que le había citado bastantes veces con comentarios poco benévolos.

Entonces, sin darse cuenta cabal de lo que aquello significaba, pero entendiendo vagamente, quedó un instante suspenso con sus grandes ojos azules muy abiertos. Y ya no volvió a coger más flores. Mientras tanto la condesa de Peñarrubia, sentada cerca de la fuente, hacía las delicias de los excursionistas recitando con alta declamación La siesta, de Zorrilla.

Lo acredita así la costumbre que muchos profesores franceses de declamación tienen de que sus alumnos traduzcan, con una frase vulgar cualquiera, estados de ánimo diferentes. Por ejemplo, el discípulo habrá de exclamar: ¡Hola..., un perro!... Alternativamente, según las inflexiones de la voz, estas tres palabras le servirán para revelar alegría, terror, cólera, fastidio, indiferencia.

; aquí se comprende, yo estoy orgulloso de sentirlo, que el arte se desdobla en la palabra, y se llama poesía ó elocuencia; que se desdobla en la voz y en el gesto, y se llama declamacion; que se desdobla en el ademan y toma el nombre de pantomima; que se desdobla en la armonía del sonido y es música; que se desdobla en el dibujo y en el color, y se llama pintura; como se desdobla en un mármol, y se llama escultura; como se desdobla en los movimientos del hombre, y se llama baile; como se desdobla en los tapices y en la porcelana, denominándose fábrica de los Gibelinos y fábrica de Sevres.

Sólo de esta manera se comprende que cronistas é historiadores usen con tanta frecuencia de la voz representar, tratándose del recitado de las poesías . Las albas y pastoretas reunían especialmente condiciones muy favorables á la declamación dramática.

En su declamación dulzona las había abarcado a todas, jóvenes y viejas, alcanzando sus elogios hasta a las sotanas que figuraban entre ellas, lo que le dio motivo para ensalzar la religión, representada allí por sacerdotes de todo el latinismo.

Este gran artista, si nos atenemos á las palabras de Martínez de la Rosa, elevó á tal altura la declamación trágica, que pocas veces se vió igual en Europa, y nunca hasta entonces en España, porque conciliaba, en lo posible, la sencillez con la dignidad, expresando maravillosamente las pasiones con su voz, con su gesto y hasta con su silencio, con tanta verdad y con tanta belleza, que á un tiempo arrebataba y conmovía los corazones.

Y venía entonces de perilla una larga imprecacion, una arenga, una declamacion contra la perversion de las buenas costumbres, de ahí la necesidad de erigir un tribunal militar permanente, «la declaracion del estado de sitio dentro del estado de sitio ya declarado, una legislacion especial, represiva, enérgica, porque es de todo punto necesario, ¡es de imperiosa urgencia hacer ver á los malvados y criminales que si el corazon es generoso y paternal para los sumisos y obedientes á la ley, la mano es fuerte, firme, inexorable, severa y dura para los que contra toda razon faltan á ella é insultan las sagradas instituciones de la patria!

Un monje fanático, apoderado de Valverde en la Corte de España, no habría hablado con mayor vehemencia y encono... Comprendo, y soy el primero en seguir al señor Caro en ese camino, que es tiempo de poner término a la estéril declamación contra la conquista, que ha dado alimento sin vigor a la literatura americana durante veinticinco años.

El alma de la más cuitada criatura humana puede elevarse, cuando no por inteligencia, por amor, hasta el Ser divino; puede subir al cielo y sentarse, como se sentó Francisco de Así, en el trono en que se sentaba Lucifer antes de su caída. Arrepiéntase, pues, el Sr. Gener de su declamación contra la igualdad cristiana fundada en lo miserables que somos.