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Actualizado: 18 de mayo de 2025


Así se hace... Esta noche las contrariedades y las desdichas son para ... Pero mañana... tomaré precauciones... O hizo Lucifer a las mojigatas para reírse de los enamorados, o las hizo Dios para castigarlos... Recapacitemos; ¡las hizo Dios, Dios, Dios!... Salgamos al instante de aquí dijo Inés . Este hombre está loco. Si es cierto que la infeliz ha vuelto a casa, pronto lo sabremos.

Lucifer, furioso al oir esta noticia, resuelve maquinar nuevos enredos para oponerse á la salvación de la Humanidad. Esta, mientras tanto, yace en su prisión lamentándose y rogando al cielo que la liberte del cautiverio; preséntase la Profecía, transformada en gitana, y le promete la salud esperada. La escena se traslada después á Belén.

Fúndanse, para justificar esta presunción, en que Lucifer se llama en los últimos prince des diables y procureur des enfers y en las primeras mayoral do inferno y meirinho da corte infernal.

No había miedo de que algún habitante del reino celestial intentase una segunda sublevación pretendiendo continuar la rebeldía de Lucifer. Eran demasiado listos los de arriba para incurrir en error tan grosero.

No cayó de espaldas misia Casilda, porque sus nervios, a prueba de emociones, la sostenían admirablemente, pero parecióle que el mismo Lucifer le soplaba ciento cincuenta mil trompetazos en los oídos, y que la casa se le caía encima.

Sin embargo, los chupadores de sangre estaban muy lejos de poseer la dócil inteligencia de tantos perros, focas o elefantes «sabios». Apenas si reconocían a Catalina, su cuidadora, cuando los llamaba por sus pintorescos apodos: «¡Sanguijuela!... ¡Borracho!... ¡Lucifer!...» El éxito de la domadora, harto dudoso por cierto, extribaba más bien en una danza serpentina que bailaba dentro de la jaula, envuelta en negros crespones.

Lucifer y la Culpa gimen en mortal agonía, y la Naturaleza humana se prosterna de rodillas, adorando al Santísimo. La cena de Baltasar, de Daniel, 5, 5. Este auto, de admirable profundidad, y calculado, no obstante, por su estructura externa para hacer efecto teatral, comienza por un diálogo entre Daniel, que personifica la justicia de Dios, y el Pensamiento, bufón y gracioso.

¿Puedo saber por qué, señora baronesa? ¡Dios mío! porque el día que se case usted con ella esas mismas cualidades, algunas por lo menos, pueden convertirse en defectos... No soy yo por cierto la que le reprocharé el sentirse orgullosa de su nacimiento y de poner muy alto la estima de su nombre y de su propia persona... pero aun a mis ojos, muy indulgentes por cierto en esos particulares, la señorita de Sardonne exagera sus méritos... Tiene, y quede esto entre nosotros, más soberbia que Lucifer... Usted mismo lo va a experimentar si Dios no lo remedia, mucho me lo temo, mi querido señor... No voy hasta decir que menospreciará a su marido, que a nadie puede inspirar tal sentimiento, ¡no, señor!... pero una alianza como la que ella concierta, tan completamente honrosa por otra parte, está en demasiado abierta contradicción con las tradiciones, con las costumbres de su familia, y de nuestra sociedad, como para que la señorita de Sardonne no deje de sufrir, más o menos, en su fuero interno... ¡Ay! querido señor, tan bien como usted que bajo el punto de vista de la sana razón, todo eso es perfectamente absurdo... pero permítame que le diga que conozco mejor que usted las ideas que a ese respecto reinan en nuestro medio social... Muy poco han cambiado, créame usted, esos sentimientos desde la época de Luis XIV y de Saint-Simon... ¡Perdone usted! lo que va usted a decirme... ¡Va usted a hablarme de la revolución!... ¡Jesús! ciertamente ha habido la revolución... pero si la revolución ha podido arrebatarnos nuestros privilegios y aun nuestras cabezas, no ha podido quitarnos los beneficios de eso que ustedes llaman, si no estoy equivocada, atavismo... es decir, en viejo francés, la excelencia de una sangre que se ha destilado y refinado en nuestras venas de generación en generación por espacio de quinientos o seiscientos años... Y... esa sangre se revela a pesar nuestro, mi querido maestro, cuando se la mezcla con otra... más joven... más pura... ¡Dios mío! no digo lo contrario, pero que, en fin, ni es de la misma esencia ni del mismo color... Por consecuencia, no es el uso hoy, pese a la revolución, que una señorita de la nobleza se case con un industrial... un sabio... un escritor... un artista, sean cualesquiera sus méritos... Algunas veces, suelen verse señoras tituladas casarse con poetas o con artistas... pero ésas son princesas extranjeras... En Francia la cosa no tiene casi precedentes... Y no vaya usted a creer, mi querido señor Fabrice, que en tales procederes haya nada de depresivo para aquellos que son objeto de él... a nadie en el mundo le gustan más que a nosotros los escritores, los poetas y los artistas... Hacemos de ellos con el mayor gusto el ornamento de nuestras mesas, el interés y el atractivo de nuestros salones... pero no nos casamos con ellos... ¡Excúseme usted! va usted a decirme que somos menos difíciles en lo que se refiere a alianzas de nuestros hijos y que los casamos con señoritas más o menos bien nacidas con tal que sean ricas.

La Granadina ve á Lucifer tantas veces al día como lo vieron San Antonio Abad y Santa Teresa de Jesús, y lo acusa á cada momento de cuantas desgracias le ocurren ó presencia. «El Demonio ha hecho que pase esto.» «Quiso el Diablo que sucediera lo otro.» «Satanás me ha escondido el ovillo, las tijeras ó la aguja.» «Me tentó el Demonio, y dije aquello ó hice lo de más allá.» «Hoy tengo los Malos en el cuerpo.» «Fulano es el enemigo.....» Estas y otras parecidas frases no se caen nunca de sus labios, y, al propio tiempo, pónele la cruz á Luzbel, ó se santigua estremeciéndose, ó dice «¡Ave María Purísimapor vía de exorcismo y desinfectante.

El suelto delataba por lo cursi la pluma de Pedro López, y el resto de la charada fue descifrada sin mas que una leve duda... En buena hora que Martínez fuese el atleta; ¿pero cómo diablos podía ser Currita el ángel de la adivina?... Uno descifró el enigma. De manera muy sencilla... También Lucifer lo fue.

Palabra del Dia

primorosos

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