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Estos lapsus del erudito no lastimaban su reputación, porque los pocos que podían descubrirlos los consideraban piadosas exageraciones, anacronismos beneméritos, y los demás vetustenses no leían nada de aquello.

No hubo grande ni pequeño que no repitiese con frenesí: «Cuarenta y cinco cincuenta de largo, treinta veinticinco de ancho. La iglesia mayor de Sarrió no tiene más que cuarenta por veintiocho cincuentaEstaban reservadas aún al corazón de los beneméritos peñascos otra porción de alegrías inefables.

Llamábase municipio Mellariense: dió una fuente nombre al lugar, y á ambos la grande abundancia de miel que se recoge por allí. Debió ser de bastante importancia, puesto que erigia estátuas á los varones beneméritos, como lo prueba la inscripcion que se conserva en la puerta de su fortaleza, hoy iglesia parroquial, y que publicó en sus Antigüedades Ambrosio de Morales.

Entre los conductores, los aldeanos y los caballos, que relinchaban, se revolvían y echaban chispas por las cuatro patas, marchaba gravemente un gendarme a caballo, el señor Kels, el cual parecía no oír nada y decía de una manera grave: Valor, valor, amigos... Todavía tenemos que hacer hoy dos viajes... ¡Vosotros seréis beneméritos de la patria! Juan Claudio atravesó el puente.

Y como las cerezas, salían enganchados por el parentesco casi todos los vetustenses. Esta conversación terminaba siempre con una frase: Si se va a mirar, aquí todos somos algo parientes. La meteorología tampoco faltaba nunca en los tópicos de las conferencias. El viento que soplaba tenía siempre muy preocupados a los socios beneméritos.

3.a Que asi este gobierno militar, como el de las Islas Marianas, el de Zamboanga, y el de las Islas Batanes, deben ser para recompensar los servicios de los beneméritos militares que hayan servido en las Islas lo menos diez años, y con las demas calidades oportunas que se estimen, debiendo ser provistos por el gobierno, á propuesta del capitan jeneral de Filipinas cuando vaquen, pues deben ser empleos vitalicios, á menos que, dando causa y justificándose, mereciesen ser separados despues de juzgados; en cuyo caso, ademas de la privacion de empleo, sueldo y honores, sufririan las penas que hubiese lugar en derecho, y segun la gravedad de la causa porque se procediese contra ellos, juzgándolos segun las leyes.

Llegado el dia de la eleccion, para el año de 1781, propuso á los vocales nombrasen á sugetos benémeritos y honrados, de buenas costumbres y amantes de la justicia, para que así pudiesen desempeñar con acierto los cargos, con la madurez y juicio que previenen las leyes, y requerian las críticas circunstancias, en que se hallaba el reino.

En este sentido, sin salvedad ninguna y con toda el alma, es menester declarar que son altamente beneméritos de la patria y de la cultura castiza, Gallardo, Estébanez Calderón, Gayangos, Durán, Barrera y Leirado, Sancho Rayón, Zarco del Valle, Valmar, Cañete, los dos Fernández-Guerra y algunos otros.

Convengo en que es una prerogativa del Gobierno supremo la provision de empleos, y mas los de pura gracia, como los de jefes; pero este gobierno, para que el epiteto de justo que se le fuese real y efectivo, parece que alguna vez, sino todas, deberia consultar la escala de empleados, pesar los servicios de cada uno, y al que por sus mayores méritos, aptitud, conocimientos y mas elevada categoría correspondiese el ascenso, dárselo; único medio de que entrando la emulacion noble entre los empleados de todas clases, la administracion se confiriese á los mas beneméritos en todos conceptos, y las rentas fuesen bien manejadas y dirijidas, y obtuviesen el fomento de que son susceptibles como en Filipinas; pues hasta el dia puede decirse que aquella hacienda está en mantillas, ó es una cosa naciente y que marcha por rutinas antiquísimas, y solo se halla modificada por el mayor número de manos que hoy ocupa.

Por otra parte, de esa abundancia de empleados tan innecesaria y que grava al tesoro público, resultan otros daños de no menor consideracion: tales son el cúmulo de jente desocupada que tan poco favorece al público sosiego; que existiendo siempre en todas las oficinas escedentes, agregados y supernumerarios para una vacante que ocurre, hay ciento á quien colocar de efectivos, con notorio perjuicio de la escala y de los beneméritos hijos de los españoles, que son tambien acreedores á que se les atienda segun su aptitud y mérito y antecedentes de sus padres, como demandan principios de política, de pública conveniencia y de rigurosa justicia: y por último, en esta parte es de decirse que si en la administracion de la hacienda pública ha de haber el buen órden que se debe observar y las posibles economías, mucho mas en los actuales tiempos de escasez y penuria por lo recargado del estado, ni uno ni otro se conseguirá aumentando empleados todos los dias, siempre innecesarios, y teniendo un número escesivo de agregados, que sobre perjudicar la escala de los de número, absorve sumas de entidad anualmente por los sueldos que disfrutan.