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Por cierto que es muy raro hallar bellezas indiscutibles; la de mi prima se imponía y no podía ser discutida. No gustaba siempre, porque su fisonomía era altiva y a veces algo dura, pero aun los que menos la admiraban, veíanse obligados a decir con mi tío: Es terriblemente linda.

Ha de tenerse en cuenta interrumpió Domingo, que mi mujer considera cierta costumbre social, con frecuencia discutida por hombres de talento superior, como un caso de conciencia y un acto obligatorio. Pretende que el hombre no es libre e incurre en culpa cuando no procura labrar la dicha de alguien pudiendo hacerlo. Entonces, ¿nunca se casará usted? insistió la señora de Bray.

Cuando esto supo el señor Ortiz de Sotomayor, púsose colérico y envió recado á los canónigos diciendo que con falda alzada había de entrar y que no había más que aguantarlo, dando esto motivo á diversos recados y dimes y diretes que casi interrumpieron toda la gravedad de la solemnidad religiosa y dió bastante que murmurar al concurso, terminando el incidente, por entonces, con que el hinchado inquisidor entrase en el templo y saliese de él muy orondo y ufano, seguido del pajecito que le llevaba la discutida falda.

Los prisioneros fueron condenados á muerte por los tribunales, pena que el Congreso determinó se conmutara por otras. Formulada, discutida y sancionada la Constitucion federal de las siete provincias venezolanas, se publicó el decreto en 21 de Diciembre.

El mismo D. Bernardo, apesar de su no discutida infalibilidad, no se desdeñaba alguna vez de consultarle en asuntos de ceremonia; v. gr.: si había de visitar a D. Fulano o dejarle simplemente una tarjeta; si debía aceptar la invitación a comer de D. Mengano, etc., etc.

Se decía también que entre los promovedores de esta idea, era el Gobernador uno de los más activos. Parecerá singular, y hasta ridículo, que un asunto de esta naturaleza haya sido cuestión públicamente discutida, en la que tomaron parte en pro y en contra varias personas eminentes del gobierno.

Si hay cosa tratada o discutida en el mundo, ya seriamente, ya en burla, es la cuestión del matrimonio, aunque sea cierto que ni los razonamientos ni las facecias influyen mucho en la resolución que cada prójimo toma según cuadra a su genialidad, temple y más o menos escrupulosa conciencia.

No ya el amor de un hombre y de una mujer, ambos de carne y hueso, sino el amor de un santo ó de una santa hacia Dios, resulta enfermedad; caso de neurosis, hiperestesia, ninfomanía ó satiriasis más ó menos alambicada. La cuestión queda discutida de sobra.

El mundo que veían era tomado como un oscuro modelo y pronóstico del mundo ideal más allá de la tumba. Dios era un poderoso emperador, un trascendental Diocleciano o Constantino, haciendo su gusto con lo suyo. Sus edictos corrían al través del espacio y del tiempo, sus castigos eran eternos, y cualesquiera que fuese, su justicia no podía ser discutida.