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Ya no vio más su cara de fina palidez; sólo distinguió el brillo de sus ojos envueltos en blancas neblinas, como se ve el resplandor del sol en un amanecer tempestuoso. Le zumbaron cruelmente las sienes; su mirada se enturbió.

A los veintitrés años estoy cruelmente desengañado de todas las cosas de la tierra y siento un profundo desdén por el mundo y por mismo, porque he visto que en la naturaleza no hay más que aflicción y que en el corazón del hombre sólo mora la amargura. Llega, lanza sobre lo que le rodea una mirada inexperimentada, y en inmenso afecto abraza ávidamente a todas las criaturas.

Aún permanecía Perucho en el agua, asaz asombrado; la señorita le asió de los hombros, del pelo, de todas partes, y empujándole cruelmente, desnudo como estaba, le persiguió por el salón hasta expulsarle a empellones. ¡Largo de aquí! decía más pálida que nunca y con los ojos llameantes . ¡Que no te vea yo entrar!... Como vuelvas te azoto, ¿entiendes?, ¡te azoto!

Tomé por las calles más apartadas y solitarias, temeroso de que las gentes me vieran a caballo. «¡Charrito de barro, charrito de agua dulce!... dirían. ¿De cuándo acáLa idea de que podía yo ser objeto de risas y de burlas me atormentaba cruelmente. Ya me parecía oir a los murmuradores villaverdinos en la botica de don Procopio. ¿Saben ustedes la gran noticia?

Quando os hubiéron azotado á su sabor, decia yo entre : ¿Cómo es posible que se encuentren en Lisboa el amable Candido y el sabio Panglós; uno para llevar doscientos azotes, y otro para ser ahorcado por órden del ilustrísimo Señor inquisidor que tanto me ama? ¡Qué cruelmente me engañaba Panglós, quando me decia que todo era perfectísimo!

Sentía la necesidad de convencerse á misma de que aún guardaba su antiguo poder de seducción, trastornando la existencia del joven ingeniero... Y ahora debía sufrir cruelmente en su vanidad, al verse despreciada por el único hombre que había llegado á interesarle en este desierto. Robledo acabó por compadecer á la esposa de Torrebianca con una conmiseración algo despectiva.

En cuanto a Cliff, tenía vergüenza de que lo llamaran sastre. Además, lo mortificaba cruelmente que se burlaran de su manera de montar, y ninguna persona de distinción de la vecindad lo podía soportar. Entretanto, su pobre hijo cayó enfermo y murió. El padre no le sobrevivió mucho. Se había puesto más extravagante que nunca.

Todo se derrumbaba de golpe. Otra vez se sentía solo, pobre y desvalido; tornaba a ser un mísero escribiente, el mismo ser vulgar en quien nadie fijaba la mirada. Pero más cruelmente aún que este dolor le mordía el alma otro que pocos conocen; el del artista que duda de mismo.

Y ¡caso estraño! este alejamiento, provocado principalmente por su actitud, hirió a Tristán tan cruelmente que le volvió loco de ira. Era frío y altivo; comenzó a mostrarse grosero. Su carácter, inclinado al despotismo, se agrió todavía más, particularmente con los criados. Con Clara un cierto respeto, que aún no había perdido, le detuvo durante algún tiempo. Pero también llegó a perderlo.

Vencida Francia, despojada de ricas provincias, desquiciado el primer imperio entre anárquicas convulsiones, y cruelmente multada ella, todavía se repuso o más bien no tuvo necesidad de reponerse, porque no decayó, permaneciendo robusta y firme en medio de tantos males y conservando su poder y su riqueza gracias a la constancia y a la energía de sus hijos.