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Desprendido de las manos de su mujer, que como tenazas le sujetaban, Ido volvió a sus mímicas, y Nicanora, sabiendo que no había más medio de aplacarle que dar rienda suelta a su insana manía para que el ataque pasara más pronto, le puso en la mano un palillo de tambor que allí habían dejado los chicos, y empujándole por la espalda... «Ya puedes escabecharnos le dijo , anda, anda; estamos allí, en el camarín, tan agasajaditos... Fuerte, hijo; dale firme y sácanos el mondongo...».
Pero no te irrites... ¡Fuera, fuera! gritaba ella empujándole con ruda energía. Santa Cruz reconoció aquella fuerza casi superior a la suya, y no tenía gran empeño en oponerse a ella. Por punto, hizo como que sus brazos intentaban someter a los de su querida. Esta pudo más y cerró violentamente la puerta de la alcoba.
Cuando llegaron a lo más hondo de la playa, donde los peñascos se erguían solitarios, y el ruido del mar ensordecía y espantaba, y ya no se escuchaba la algazara de los niños ni se descubría rastro alguno de hombres, volvióse Tapón lleno de zozobra y miró a su compañero tímidamente; mas este, empujándole hacia adelante, le dijo: ¡Anda!... ¿Tienes miedo?...
Otra sonrisa, nein, y un movimiento negativo de cabeza. ¡Ah, ladrón! ¡Cómo abusaba de su necesidad!... Y sólo cuando le hubo entregado cinco monedas pudo adquirir el paquete de víveres. Pronto notó en torno de su persona una conspiración sorda y astuta para apoderarse de su dinero. Un gigante con galones de sargento le puso una pala en la mano, empujándole rudamente.
Pero aquel anciano era el padre de su infancia, y a él podía mostrar sin vergüenza las llagas más recónditas de su corazón. Estuvieron largo rato así abrazados. Don Melchor se separó al cabo, y dijo empujándole hacia una butaca: Siéntate. Se dejó caer en ella, y ocultó los ojos con la mano. El golpe es rudo dijo el marino con voz ronca después de silencio prolongado.
Carecía de vigor físico para trabajar como un hombre; era un enclenque debilitado por el estudio, y el desarrollo de su pensamiento no le servía para abrirse paso. ¡Pobre mosca mutilada! Le habían arrancado las alas de su nacimiento, y la mala suerte se divertía empujándole, gritando: «¡Vuela!» ¿Cómo iba a remontarse? Estaba vencido sin remedio, caído en el suelo, sin fuerzas para moverse.
¡Ah! basta repuso el conde con dureza, procurando desasirse. Pero ella le retuvo todavía, empujándole suavemente delante de sí, con ademán suplicante; recostose el barón en la chimenea con la actitud resignada del verdugo.
Empujándole hacia la puerta, le echó del cuarto; pero en el pasillo, a oscuras, varió de súbito el tono de la voz, y ciñéndole al cuello los brazos, le dijo dulzonamente entre dos largos besos: Rico del alma, fuera de broma, tráeme unos durillos, que me hacen mucha falta.
32 Unos gritaban una cosa, y otros gritaban otra cosa; porque la concurrencia estaba confusa, y los más no sabían por qué se habían juntado. 33 Y sacaron de entre la multitud a Alejandro, empujándole los judíos. Entonces Alejandro, pedido silencio con la mano, quería dar razón al pueblo.
Llévatelo. Tengo yo vino algo mejor. Y torciendo la cabeza hacia mi lado: ¿Qué mira usted, el marco? Es un relicario del siglo XV, una joya. No; miraba el retrato. Es una hermana mía que desapareció. ¿Que desapareció? Que se perdió en la sombra. ¡Ah! Se murió... indiqué de manera dubitativa, empujándole a que se clarease. Hace algunos años. Y después de una pausa: Tomará usted una copita de coñac.
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